Ya ha pasado un lustro desde que un joven de Sao Paulo, que opera desde hace años a partir de una absoluta independencia, asaltara los charts brasileños y conquistara escenarios con una visión enérgica, sensual y moderna del rock and roll con un sublime disco llamado 'Rock’n’roll sugar darling', que incluía la estelar colaboración de Joe Dallesandro (efectivamente, el de las pelis de Warhol y la portada de 'The Smiths'). Thiago Pethit regresa tras mucho tiempo alejado de la música, rompiendo un pausa mental y física que compaginó con incursiones en el cine como actor, pero que esencialmente le sirvió para reflexionar sobre su obra y sostener el silencio para así poder volver a escuchar su propia voz, permitiéndose el sencillo lujo de alejarse del oropel y el peso de la incipiente fama. El resultado de este paréntesis es la publicación de un nuevo disco, 'Mal dos trópicos' (2019) con el que el músico brasileño, con la ayuda inestimable del productor Diogo Strausz, concibe un universo plagado de deseo, ansías de libertad y miedo al nuevo escenario que se ha originado en Brasil y que conjuga el espíritu del tropicalismo, la vanguardia clásica y el downtempo más sugerente.
Regresas a la canción después de mucho tiempo. Cinco años en los que has tenido tiempo de dedicarte a la interpretación en el cine, entre, supongo, otras muchas cosas. ¿La gestación de ‘Mal dos trópicos’ te ha llevado tanto tiempo?
Sí y no. La primera idea para estas canciones vino a mí en 2016: Una imagen de Herbert List que me hizo pensar en Orfeo, el título 'Mal dos trópicos', una idea de canción, una sensación rara y oscura sobre el futuro. Estábamos viviendo en Brasil lo que sucedió durante el impeachment de la presidenta Dilma Roussef. Mucho estaba pasando aquí. De esa manera, dejé de pensar en todo eso que me inspiraba, pues sentía que no lo tenía muy claro. Me faltaba algo para completar este 'puzzle' . Después de casi siete años sin pausas me dediqué a vivir y a cuidar de mí mismo, y a disfrutar de las cosas más frugales de la vida: Tener una casa, cuidarla, cocinar, tener amigos, amores... Todo para lo que no tuve tiempo suficiente durante los años anteriores, mientras viajaba de gira o estaba grabando discos. Creo que ‘Mal dos trópicos’ es una mezcla de esas cosas: El tiempo en que pude vivir afectos más cotidianos y observar el tiempo, mi carrera, mis deseos con la música, y todo lo que estaba pasando en Brasil de 2016 a 2018. Sin darme cuenta, me encontré en esta tesitura.

Se trata de un disco que supone un claro giro en tus intenciones estilísticas. Del rock and roll sintético de tu anterior a los arreglos suntuosos, el vals downtempo, los arpegios clásicos. Aún así, suena tu voz y la identidad permanece. ¿Cómo lo ves?
Creo que mis trabajos son como retratos. No sólo míos, si no que también funcionan como fotos de ciertos momentos. Me inspira mucho lo que veo o siento a mi alrededor. Si pensamos en el Brasil de 2014 y 2019, te preguntaría: ¿Es este el mismo país? Así veo el concepto tan distinto de estos discos, y aún así, permanece el mismo Thiago, con mis inquietudes y deseos por delante de un mundo siempre cambiante. En 2014 cuando hice ‘Rock 'n' roll sugar darling’ estábamos pasando por un periodo de mucha fiesta y celebración con más espacios en el mercado musical para minorías: Todavía no era perfecto, pero mujeres, gays, trans y agéneros empezaban a ser respetados en espacios culturales, con el apoyo de leyes del gobierno. Por eso creo que para mí era una celebración muy dionisiaca y sexual, sobre ser quien uno es, ser libre para desear y amar como uno quiera y a quien quiera. Ahora es distinto. No veo mucho qué celebrar. Y creo que solo un lenguaje épico y tan grandioso, mitológico, es capaz de reflejar estos tiempos tan oscuros y retrógrados, donde la verdad esta muerta.
El disco parece tener la estructura de una tragedia y echa mano de uno de los personajes míticos de la literatura clásica griega. Orfeo ya ha sido reclamado con éxito dispar por artistas de nuestro tiempo como Jobim, Arcade Fire, Keziah Jones, entre muchos otros. ¿No temías que recurrir de nuevo a él restara credibilidad a tu propuesta?
La temática de Orfeo se me ocurrió de manera muy natural. De verdad, me acuerdo que cuando hice una pausa en mi carrera estaba muy cansado de las giras con 'Rock' n' roll sugar darling'. Era necesario mucho esfuerzo físico, había excitación y disposición. Mucha energía al compartir con el público estas músicas, era tremendo. Muy lindo pero muy agotador. Y ya echaba mucho de menos el hecho de oírme. Escuchar mi voz sin esfuerzo, como cuando uno canta solo con la guitarra. Eso de oírme, y escuchar mi propia voz, hizo que me acordara de Orfeo. Todavía no pensaba que este podría ser el objeto de estudio para un disco. Aparte, me encantaba la idea de trabajar con un personaje que ya hubiera sido pensado tantas y tantas veces. Es como tocar algo sagrado y aún muy palpable. Y muy abierto a interpretaciones. Este es mi Orfeo, muy personal y muy de ahora. Es como me llega a mí ese arquetipo. Hay mucha verdad, así que no pensé mucho o no me dio miedo poder situarme por debajo del listón de estos grandes artistas y sus obras.
Supongo que el intento de humanizar el mito y situarlo en el contexto de un Brasil donde los derechos de las personas gays y liberales están ahora mismo en entredicho es una de tus principales inquietudes con este disco. ¿Estas canciones tienen algo de contenido político o sólo con el hecho de situar el sexo y el deseo desde este plano ya le dan ese aura de conciencia humanista?


Creo que el tema mitológico es muy amplio y por eso me gusta tanto. Es un disco personal ante todo. Y cuando digo personal, bueno... Yo soy gay y estoy viviendo en un país donde mis derechos y los de mis amigos, conocidos, amores y muchos otros están en peligro. Uno puede escuchar a este disco como una colección de canciones de amor, o un disco sobre el mito de un Orfeo moderno. Hablar de sexo, amor, destrucción, luto... es hablar de política aunque uno no quiera.
El trabajo abre y cierra con dos instrumentales: el abrupto e iniciático ‘Abre-alas’ y el glorioso reprise de ‘Samba de Orfeu’. ¿Esto le da un componente cinematográfico al disco? Casi te veo interpretando a este Orfeo de nuestro días dirigido por Walter Salles...
(Ríe) ¡Me encantaría! Soy muy, muy cinéfilo. Una gran parte de mis inspiraciones vienen de las imágenes, especialmente del cine. En este disco pensé mucho en teatro también. En Pina Bausch, Zé Celso y su Teatro Oficina y en las películas de Cocteau.
Elegiste como single ‘Noite vazia’, que aquí definimos cómo la mezcla perfecta entre el sonido Bristol y Caetano Veloso. ¿Tu mayor preocupación era que un sonido tan clásico no sonara antiguo?
No era una preocupación, pero sí deseaba que se pudiera hacer de los clásicos algo menos alejado de lo cotidiano, de la ciudad, y de nuestros tiempos. Son tiempos oscuros y complejos. Hablar de estos tiempos, para mí, es hablar de épica y tragedias. Pero reflejando este "ahora" y mi propia realidad.
Supongo que para esto, el trabajo de producción de Diogo Strausz resultó primordial. ¿Lo grabastéis en esa mansión abandonada que tiene como estudio en Río de Janeiro?


¡Diogo fue un parceiro tremendo! Hubo mucha disposición de su parte para entender mi universo y estas ideas, que ahora me parecen muy claras y sencillas. Pero cuando empezamos sonaba como una locura mezclar Villa-Lobos, Bach y otras de estas cosas con trip hop y modernidades. Lo grabamos en Sao Paulo, en un estudio muy cerca de mi casa. El proceso fue bastante íntimo pues pasamos mucho tiempo trabajando solo los dos durante meses y únicamente en la parte final del proceso llamamos a los invitados para que vinieran a grabar.
La inclusión de un standar como ‘Nature boy’ también llama la atención. Aquí enfatizas el entramado gay que ya sugería el original de Eden Ahbez en una versión totalmente desnuda. ¿No es así?
Te cuento la historia completa, una historia que descubrí mientras grabábamos el disco. Esta canción... ¡Qué canción! En 2016, tal y como te contaba anteriormente que ansiaba volver a escucharme y redescubrir como sería cantar sin tanta fuerza, agarré la guitarra y me puse a cantar ´Nature boy'. Tiene algo de mágica. Aún no pensaba que la iba a terminar grabándola. En esa época estaba leyendo 'El templo' (un libro-diario de Stephen Spender) sobre su juventud y unas vacaciones por el interior de Alemana en los años de la República de Weimar donde conoció a Herbert List y descubrió su sexualidad, amistad y el amor. Pocos años después, él regresó a Alemania y ya estaba todo cambiado. Sus amigos tenían miedo, algunos ya habían huido del país e incluso unos pocos se alistaron el ejercito de Hitler.
Esta historia se quedó conmigo durante mucho tiempo y me hizo pensar en lo que estábamos viviendo en Brasil. Cuando empezamos a grabar este disco, 'Nature boy' me parecía muy cercana a un universo Órfico. Comencé a investigar sobre Eden Ahbez, su compositor, y descubrí que al final de la década de 1890, un grupo de Alemanes como Rudolph Steiner habían creado una cultura aislada donde varias personas vivían cerca de la naturaleza, tenían un imaginario relacionado con los dioses paganos y griegos, y un culto muy fuerte al cuerpo. Esto quedó reflejado en una filosofía llamada Reforma de la vida y hasta 1930 muchos grupos fueron creados a partir de estas ideas por todo el interior de Alemania, incluido el grupo de amigos de Stephen y Herbert. Pero al final de los años 30, una parte de estas ideas y grupos fue robada por el ejercito Nazi. Sus fundadores, casi todos judíos, fueran a vivir en otros países. Uno de ellos se estableció en California y mientras instruía a determinados colectivos sobre la Reforma de vida, abrió un restaurante donde se reunían los que serían los precursores del movimiento hippie , allá por 1940. Un joven de este grupo era Eden Ahbez , quien, a su vez, trabajaba en ese mismo restaurante. El grupo era llamado Nature boys. Al descubrir esta historia, se reafirmaron mis ganas de cantar esta canción y tuve claro que acabaría incluyéndola en mi nuevo disco.


El apartado audiovisual sigue siendo muy relevante en tu estética, con una serie de clips que ilustran cada uno de los cortes del disco, amén de la portada del mismo, con ese Orfeo transmutado escultóricamente en Pethit. ¿El mensaje siempre entra primero por los ojos?
Estamos en la era de la imagen. Todo es imagen. Creo que es más fácil situarse en el universo de este disco cuando uno puede acceder a ver estas imágenes. Aparte, como te conté, la primera inspiración tambien tuvo a ver con las imágenes de Herbert List.
Entiendo que un disco de tal magnitud, donde te expones de esta manera, habrá hecho mella en tu energía. Aun así, ¿podemos esperar una gira por todo lo alto para defender estas canciones en directo?
¡Sí! Tengo muchas ganas de cantar sobre todo esto con más gente, en muchos lugares. Mi trabajo sólo se completa cuando tengo estos encuentros: en vivo, reales, con la gente...