El soul de neón en rojo que acariciaba, a la par que asustaba, de 'Pantheon of me' - disco de de debut de Spellling - vuelve a sacudirnos el letargo con las canciones que se deslizan venenosas por su reciente nueva obra 'Mazy fly', en el que la bucólica y campera portada llama a engaño y las tretas libidinosas y misteriosas que se imponían en su antecesor ganan enteros, en un segundo álbum dónde las pesadillas siguen estando envueltas en seda.

Maniobrando desde Oakland, Tia Cabral, quien confesó en los albores de su carrera dedicarse a la música alentada por una supuesta experiencia extrasensorial tras el fallecimiento de un amigo muy cercano, escoge de manera muy certera un ropaje avanzado para su soul torcido y marca la línea de la singularidad frente a muchas de sus contemporáneas, alejándose de la estética agresiva, las uñas de gel y las maneras sonoras del trap para desarmar desde la teatralidad y un eficaz artificio.
Con canciones como 'Hard to please' (y su reprise), 'Melted wings' o 'Afterlife', el componente esotérico y cinemático de su música le aleja de la pose urbana y le emparenta con creadoras situadas en las fronteras emocionales como Kate Bush e incluso Grace Jones, estirando el drama y la nocturnidad sin caer necesariamente en la estridencia.
La voz de Spellling planea entre imaginadas bandas sonoras de películas de terror adolescente de los años 80, encuentros en la tercera fase con Billie Holliday de protagonista, cuentos de brujas y gore romántico hasta las trancas. Un imaginario muy hijo de su tiempo pero poco común entre divas soul contemporáneas que hace de este artefacto un objeto singular, excitante y hasta peligroso.