Afamado hombre récord, excéntrico hijo de millonarios canadienses, autodenominado “peor rapero del mundo”, músico admirado por artistas de distinto pelaje (de Daft Punk a Jarvis Cocker)... Todo ello tiene cabida en la excesiva personalidad de Jason Charles Beck (Canadá, 1972), aquel joven canadiense descastado e iconoclasta que en su periplo berlinés (siguiendo los pasos de la tremenda performer punk Peaches) fue rebautizado como Chilly Gonzales por el Dj y productor Raz Ohara.

El documental 'Shut up and play the piano' - dirigido por el alemán Philip Jedike, siendo estrenado en cines en noviembre de 2018 y que ya es posible ver en plataformas como Filmin - pone en solfa la dicotomía artística del autor de 'Piano Solo' (Gentle Threat, 2004) en un tour de force temporal que echa mano de distintas fuentes audiovisuales para retratar los diferentes aspectos de las (casi) indisociables peripecias vitales y estéticas de Gonzales, vertebradas a partir de una larga entrevista del propio músico con la escritora alemana Sybille Berg: su propia infancia ficcionada, declaraciones de amigos y colaboradores (Peaches, Leslie Feist, Raz Ohara...), la sit-com que relata la curiosa relación con su hermano (el compositor Christophe Beck), un divertido cameo de Jarvis Cocker a lo Mariano Rajoy, escenas de conciertos y performances, además de una autoparódica representación metaficcionada de sus propios avatares frente a la prensa.
Esa puesta en escena multidisciplinar funciona como espejo poliédrico que refleja las diferentes facetas de este excesivo autor, pero en detrimento de poner especial hincapié en las diferencias entre su etapa más punk e irreverente y el punto de inflexión que supuso la publicación del exitoso 'Piano solo', que le llevó a dejar los escenarios más beligerantes del underground alemán para empezar a llenar teatros y auditorios de alto caché o colaborar en películas del calibre de 'Gainsbourg. Vida de un héroe'.
Una dicotomía con la que el propio Gonzales no parece estar demasiado cómodo, ya que en sus posteriores manifestaciones artísticas (ya sean discos, conciertos...), seguirá insistiendo en combinar el apego por las melodías evocadoras de su piano con el poderoso histrión que hace gala de las trastadas y la irreverencia, que son puestas en marcha cual caballo de Troya desbocado en los escenarios menos esperados.