Con el blues acelerado de 'Rock & Roll Lilly', Johnny Copeland, músico nacido en Haynesville, Louisiana en 1937, ponía la piedra de toque de una carrera que prendió con discreto éxito desde un ramillete de singles publicados en sus inicios, pero que transitó hacia una mayor sintonía con el público, especialmente cuando hacia 1979, y acuciado artísticamente por el auge de la música disco, basó su centro de operaciones vitales y artísticas en Nueva York y se dejó la piel girando por toda la costa Este de los Estados Unidos, presentando álbumes de largo recorrido como 'Copeland Special'. A pesar de su empeño, la ascendencia sobre las tablas de Copeland se vió mermada por una enfermedad degenerativa del corazón, que desgraciadamente acabó con su vida en 1997. Aquí es donde emerge la figura de su hija Shemekia Copeland, de quien su progenitor intuía desde hacía tiempo mimbres de estrella: no en vano, llegó a subirle al escenario, con apenas 8 años, para que le acompañara cantando en el mítico Cotton Club de Harlem. Shemekia, ya adolescente, y dado el cada vez más complicado estado de salud de su padre, dio comienzo a su fulgurante y prometedora carrera, dando soporte al bluesmen en muchos de sus numerosos conciertos.

Más de diez años después de que Johnny Copeland obtuviera un merecido reconocimiento a su carrera de fondo, con el Grammy al mejor álbum de blues tradicional para 'Showdown!' (Alligator, 1985), disco compartido con otros tótems como Albert Collins y Robert Cray, Shemekia decidía despegarse del influjo familiar, justo un año más tarde del fallecimiento de su padre, con la publicación de su primer disco en solitario 'Turn the Heat Up' (Alligator, 1998). Un álbum con el que la cantante, que entonces solo contaba con 19 años, recibió comparaciones con Koko Taylor o Etta James, pero dónde ya se podía percibir una personalidad arrolladora, focalizada en una voz poderosa que bien se mecía al compás de los vientos de Memphis, como en la canción que titula el disco o llegaba a abrasar con el blues de ignición de temas como 'Suspicion' o 'Has anybody seen my man'.
En cambio, su personalidad, calificada por parte de la crítica como "ferozmente expresiva", ha posibilitado dejar al margen ciertas sinergías acomodaticias y mantener firme un recorrido que ha desembocado en un último álbum, el esplendoroso 'Outskirts of love' (Alligator, 2015), concebido como un homenaje a su padre, y donde aborda, de manera pletórica, canciones de músicos y bandas tan influyentes como Solomon Burke, en el soul pecaminoso de 'I Feel A Sin Coming On', Creedence Clearwater Revival, con el sur trotón de 'Long as I can see the light' o ZZ Top, mediante el zarpazo hard blues de 'Jesus just left Chicago'. Mucho más que un ejercicio de estilo, dónde la cantante de Harlem pone toda la carne en el asador y el blues expande toda su alma sin ningún tipo de filtro ni pudor.