Parade: Escuchando los Rayos X

Antonio Galvañ es Parade. Foto: Mario García.

¡Yo no quiero ser humano! ¡Yo quiero ver los rayos gamma! ¡Quiero oír rayos X! ¡Quiero oler la materia oscura!,  declamaba el personaje de John Cavil, interpretado por Dean Stockwell (y también conocido como "Número 1"), en la versión más reciente de Battlestar Galactica. Con estas palabras el primer modelo de Cylon ponía de manifiesto su desazón por tener que convivir con las limitaciones de la apariencia humanoide que le habían impuesto sus creadores y que le impedían bucear en el infinito y viajar más allá del tiempo y el espacio. En 'Demasiado humano' (Jabalina, 2016) el fantástico regreso en forma de álbum de Parade, proyecto del músico murciano Antonio Galvañ, podemos encontrar ciertas similitudes entre el humanoide que aparece en su portada con los Cylon primigenios de Battlestar Galáctica, quienes devinieron en sus posteriores generaciones en seres "demasiado humanos" como para ser considerados meras máquinas y llegaron, con el tiempo, a trascender a los cables y  botones a través de emociones, pensamientos e ideas casi filosóficas.

Las 11 canciones de 'Demasiado Humano' bien podrían ser la antítesis de las proclamas del Cylon descarriado, ya que defienden una forma de abordar la tecnología mediante un corazón pop, inmediato y bombeado a pulso. "El humanoide de la portada es genérico e indeterminado, fruto de la imaginación de Mar Hernández (Malota), que ha hecho un trabajo excelente. A mí personalmente me parecía un cruce entre el Doctor Muerte y el Gigante de Hierro. Pero los Cylon de Galáctica sí que pueden tener que ver con esa visión de robots difíciles de diferenciar a la que alude la canción. Hay una serie de televisión que se llama 'Humans' (originalmente de producción sueca y después con remake británico) que también habla de este asunto", comenta el propio Antonio Galvañ desde su 'Fortaleza de la soledad'.

Portada de 'Demasiado humano'.
Portada de 'Demasiado humano'.

La estética del álbum también tiene ciertas reminiscencias ecologistas, ya que lo único que parece tener vida en las (preciosas) imágenes que ilustran el arte del álbum, es el corazón del humanoide, dentro de un contexto de industrialización y feismo paisajista que podría entroncar con 'Cementerio nuclear en la pequeña ciudad', octavo corte del álbum. Como una llamada de atención sobre lo mal que estamos dejando la Tierra a marchas forzadas. "No hay una intención ecologista determinada en el disco. En 'Cementerio nuclear en la pequeña ciudad' quizá lo que alienta la canción es una visión radiactiva de los usos y costumbres de las ciudades pequeñas. Sí que puede haber una intención provocadora como la de Aviador Dro cuando cantaban 'Nuclear sí'. Esa virgen de tres ojos desfilando entre vapores fluorescentes es una imagen que me llamó la atención. Y de ahí parte la canción".

En la primera canción del álbum, 'Traedme la cabeza de Philip K. Dick', que contiene alusiones a gran parte de la literatura del escritor de Chicago (El hombre en el castillo, Blade Runner…), y que suponemos que Antonio Galvañ habrá devorado, parece quedar claro que al músico de Yecla no se le han quitado las ganas de seguir consumiendo ciencia ficción. "No pierdo nunca las ganas de ciencia ficción. Este género y sus colaterales (fantasía o terror) alimentan mi imaginación desde siempre. Puede que algunas veces esté en el filo, como en el cuento infantil de 'Caballero del Tuntún', pero siempre hay un detonante especial que ejerce de fundamento en casi todas mis letras, y es el recurso al género, a la subcultura". explica Galvañ. "Este caso en concreto es una reivindicación en toda regla de Philip K. Dick y todo su imaginario paranoico y demencial. Y del poder que ejerce la lectura de un libro o la visión de una película para determinar cómo miras la realidad".

[pull_quote_left]No pierdo nunca las ganas de ciencia ficción. Este género y sus colaterales (fantasía o terror) alimentan mi imaginación desde siempre[/pull_quote_left]

En este sentido, y en relación a la historia que cuenta 'El hombre en el castillo', una de las novelas más laureadas de Philip K. Dick, pudiera parecer que Antonio Galvañ siente nostalgía de algún tipo de ucronía. O incluso, al contrario, haya llegado a pensar que la historia que tenemos es la que nos merecemos. "Más que a la ucronía, a lo que no renuncio es a la utopía. No tengo más remedio que ser optimista y creer que en el futuro lo podemos hacer mejor. Creo en el poder de la educación y de las personas para moldear su futuro, pero por otro lado también pienso que tenemos lo que nos merecemos porque no lo estamos haciendo bien. Dejamos el poder en manos de gente codiciosa y así nos va".

Foto: Mario García.
Foto: Mario García.

La narrativa de canciones como 'Carterista de tanatorio' o 'Novia del motorista fantasma', bien podría estar relacionada con una suerte de costumbrismo "berlanguiano", es decir en la forma y en el título pura ficción, pero en la raíz nada más lejos de la cotidiana realidad e incluso regadas con gotas de peculiar humor. "Mis influencias berlanguianas son más del hijo que del padre, pero admiro muchísimo las películas de éste último. Y no es la primera vez que aparece en mis canciones. Si hay alguna gota de Azcona en 'Carterista de tanatorio' es por casualidad, pero me halaga que te lo parezca", comenta Antonio Galvañ, confesándose más próximo al pop grandiosamente doméstico de Carlos Berlanga que al cine mayúsculo de su padre Luis. "Por supuesto, muchas de mis canciones cuentan una historia increíble o fantástica que después se conecta de manera firme con la realidad. Pero eso es lo que hace la buena literatura de ciencia ficción y ahí está el vínculo con lo que yo pretendo con mis letras".

Mitología pop

Curioso es también lo de ficcionar sobre un Johnny Ramone al que le atribuye dotes de Kim Philby con querencias estalinistas. Casi que podríamos hablar de "metacanción". "El pop ha sido muchas veces una creación colectiva, como cuando se hace una película. Intervienen compositores, arreglistas, productores… El grupo o cantante es solo el eslabón final, algunas veces ni canta, es solo una cara bonita dando el pego, y eso no es problema ninguno si la canción es buena. Pero los demás tendemos a creernos la cara, buscar el personaje para identificarnos, admirarnos o incluso detestar sus maneras. Las personas buscamos el mito". Como buen coleccionista de historias, Antonio Galvañ es capaz de ilustrar las canciones de Parade con narraciones reales que, de tan fantásticas, parecen ficción. "A mí me encanta la mitología pop. La bala que tiene Gino Paoli al lado del corazón, el piano encima del montón de arena de playa donde componía Brian Wilson, y por supuesto, la mitología que ronda al mejor grupo de punk: los Ramones. Unos Ramones que sobrevivieron un par de décadas bajo el estricto control de Johnny, un control autoritario y despótico a veces. Este personaje de ideas conservadoras y autoritarias me llamaba mucho la atención en un grupo punk, y se me ocurrió la solución: todo era una fachada. Johnny Ramone era un espía ruso infiltrado. La perfecta tapadera. No creo que sea mi última canción sobre mitología pop. Hay ejemplos fascinantes. Seguiré buscando", confiesa.

Foto: Mario García.
Foto: Mario García.

La esencia sonora de Parade se mantiene pero podemos observar cierta tecnificación en las nuevas canciones, aún manteniendo la esencia pop, por otra parte ineludible en su discografía. Una forma de volver a ser el del principio pero atesorando todo lo aprendido. Pop electrónico, facturado de manera casi artesanal en su Intonarumore, hecho por seres humanos, y sin apenas intermediarios. "Quería volver a ser autosuficiente. Y la mejor manera para hacerlo así es tecnificando el sonido. Intentaba lograr una sensación que tenía al hacer los primeros discos, una sensación de "solo ante el peligro", de tomar responsabilidad en prácticamente todas las áreas. Evidentemente, ahora sé más y puedo hacerlo mejor, pero lo que queda son las canciones".

[pull_quote_left]Quería volver a ser autosuficiente. Y la mejor manera para hacerlo así es tecnificando el sonido[/pull_quote_left]

La influencia italiana de la que hablamos largo y tendido en un especial sobre la ascendencia de la canzone en la música de Parade se percibe a lo largo y el ancho del disco, pero quizás más en los detalles y ciertos recursos estilísticos que en una canción en concreto. En la nota de prensa de 'Demasiado humano', se menciona de forma muy acertada a Matia Bazar, quienes publicaron canciones de apariencia muy "soft" pero que resultaron ser auténticos pelotazos duraderos ('Per un´ora d´amore', sin ir más lejos). "La influencia italiana en este disco es menor que en el anterior, pero se nota especialmente en  las melodías, donde ya llevo el chip italianizante incorporado. Y en cuanto a Matia Bazar, en estos momentos escucho con verdadera fruición un disco suyo de pop electrónico que realizaron a principios de los ochenta que se llamaba 'Tango'. Coincido contigo, las apariencias "soft" muchas veces engañan".

Se trata, probablemente, del disco en el que Parade ha encajado mejor las piezas del puzzle de sus influencias para dar a cada canción la personalidad que necesitaba. "Creo que es uno de mis discos más homogéneos, donde la sensación de "cajón de sastre" es menor. Y este aspecto sí que ha sido buscado, especialmente a través de la producción. Después cada canción es distinta, las letras son diferentes, aunque también la ausencia de canciones estrictas de amor es algo intencionado. Pero lo que le da cierta coherencia a todo es la producción electrónica, el uso de cajas de ritmos, vocoders y sintetizadores".

También da la sensación de que se trata de un álbum familiar, donde Antonio Galvañ ha intentando encauzar una serie de emociones y sensaciones a través del pop, tratando de alejarse de la gravedad, tal y como podemos constatar en los títulos de crédito del LP, y en la canción con la que se cierra el álbum, 'Bizcochos'. "No me lo había planteado de esa manera, pero tienes razón. Es un disco hecho en casa, con pocas personas participando, una de ellas familiar mía (María Galvañ), y la otra un amigo de siempre (Eduardo Piqueras)", explica Antonio. "'Bizcochos' es una canción también sobre un negocio familiar que se hunde y la manera extrema que tienen los protagonistas de reflotarlo. Se hace lo que sea por la familia, hasta bizcochos de gente muerta".