Fernando de La Flor es un tipo que va por libre. Todo lo libre que la independencia artística y el pop doméstico le permite ser. Ya sea con su proyecto Gente Joven, con el que publicó un ramillete de flores en forma de discos de gran calado entre el público de paladar selecto dentro del ámbito del pop independiente más cercano al subsuelo que al estadio o, tal y como viene al caso, con su nueva maniobra orquestal bajo del nombre de Ofrenda Floral. Un heterónimo con el que destierra la guitarra que punteaba con onírico esmero en canciones como las de 'Casa de socorro' o 'Glub glub glub', de su anterior proyecto, y que con 'Las flores no me odian' (publicado en Bandcamp y con próxima edición en vinilo de 10" a cargo de Kocliko Records) abraza la electrónica más artesanal con un ojo puesto en Donosti y Aramburu y el otro en el synth-pop de dormitorio con ventanas abiertas.
'Ofrenda floral' es un bolero imbuido por el despecho amoroso que en su momento interpretaron Hernando Avilés y su Cuarteto, aunque creo que los tiros del nombre de tu nuevo proyecto no van por ahí.
Qué va. Es un juego de palabras, casi un anagrama con mi nombre y primer apellido. No tengo el ego o valor suficiente como para bautizar a un proyecto musical con mi propio nombre. Se me ocurren mil alternativas mejores pero esto es lo más cercano que estaré de ello. Algo así como lo que hizo Ramón Rodríguez llamándose The New Raemon, o David Rodríguez llamándose La Estrella de David. Ahora que lo pienso, ¿si Ramón Rodríguez y David Rodríguez hiciesen un proyecto juntos no podrían llamarse 'Los Rodríguez'? (ríe).

"En cada momento puedes reinventarte y elegir en que te puedes convertir", reza una frase típica de taza de desayuno con ínfulas. ¿La libertad artística que da la individualidad te ha permitido ser esto (Ofrenda Floral) o lo otro (Gente Joven) según te dicte la intuición?
Exacto. La individualización te permite libertad. Libertad creativa y de decisión. No tienes que consensuar nada con nadie. Solo tú tienes que estar conforme con lo que haces, algo que ya de por sí es complicado. La independencia económica también permite libertad creativa. En el rollo "indie" es casi obligado tener un trabajo que te permita unos ingresos fijos (si tienes la gran suerte de encontrar un trabajo o te curras unas oposiciones, claro) ya que de sobra es conocido que en el underground se gana nada por no decir que se pierde pasta. En mi caso, yo tengo un trabajo estable, así que de momento no tengo la necesidad de rentabilizar mi música y eso significa independencia. Aunque ahora que tengo una hipoteca a lo mejor tengo que espabilar y ver si puedo sacar algo con esto, aunque lo dudo.



Con 'Diminutivos,' la primera canción del disco, ya dispones las cartas sobre la mesa: pop electrónico íntimo pero no exento de cierta ligereza bien entendida, algo lejos del dreampop de provincias.
La música electrónica siempre ha sido una influencia clara en mi manera de hacer música. Ahora mismo las canciones en las que estoy trabajando no llevan ni una guitarra, son electrónica pura y dura. Eso sí, sigue habiendo reverb por un tubo, como en Gente Joven. A Gente Joven lo llamaba "dreampop de merendero". A Ofrenda Floral le llamo "pop de provincias", aunque creo que está mutando a "digitalismo de provincias", pero es por reírme jugando a etiquetar las cosas que hago. Vivo en León y aquí la vida es muy provinciana para bien y para mal. Vivir en una capital tiene su lado bueno y malo, también. Es elemental que todo tiene sus pros y contras. Ya tuve mi época capitalina. Ahora estoy de un pueblerino y un aislacionista que me asusta.
Siempre he grabado en casa. En 'Glub, glub, glub' sí me animé a ir a Castro de Cepeda a grabar parte del disco con Rafa Martínez del Pozo, algo que volvería a hacer si en un futuro me apeteciese grabar un disco más "analógico", pero ahora mismo estoy metido de pleno en el terreno de la electrónica, terreno que empecé a explorar en el año 2005 y en el que nunca me he atrevido a meterme de lleno. Ahora mismo, lo más práctico es utilizar mi "home-estudio" para producir temas de corte electrónico y con un poco de maña puedes hacer que suenen medianamente decente. Como decía aquel famoso guiñol: "estamos trabajando en ellou".
Ese disco de Family no conoce fronteras porque es un disco buenísimo y porque demostró que puedes hacer música sin grandes alardes/pretensiones/ambiciones y que no tienes por qué tener la voz de Freddie Mercury para transmitir y emocionar. De hecho, a mí la voz de Freddie Mercury me emociona el colon, por decirlo finamente. Ojo, todos mis respetos a Queen, que eran unos genios y unos maestros, pero a mí me horripilan, que le voy a hacer.
La música es mi manera de intentar apaciguar mi cabeza y mi corazón. Es mi autoterapia. Hay gente que sale a correr, otros van a misa, otros van al fútbol a pegar voces, otros compran compulsivamente en Aliexpress, otros ven ocho horas diarias de Sálvame. Todo lo que hagas es respetable si a ti te beneficia y no jodes a los demás. Hacer música es una forma de reconciliarme conmigo mismo o de intentar reconciliarme con alguien aunque a veces resulte imposible hacerlo, pero lo intento. Durante el proceso me hundo en el agujero y cuando acabo un disco siento que salgo de él. Cierro o intento cerrar una etapa vital con cada disco.
El "menos es más" es como el santo grial de la producción musical. Sabes que es así, pero hay un duende maligno del "más es mejor" en cada estudio musical de este planeta que te incita a añadir más pistas, efectos y soniditos para mejorar tus canciones. Creo que Rafa Martínez del Pozo echó a escobazos a ese duende de su estudio, porque él entendió lo del "menos es más" desde hace mucho tiempo. Imagino que recargar las canciones es una forma de no exponerte demasiado, de no desnudarte y que todo mundo vea que la tienes pequeña.
Yo cojo ideas de todas partes, sobre todo de la vida cotidiana. Las RRSS forman parte de nuestro día a día. El Facebook de Fernando Porres me gusta especialmente. Me fascina que en 'Está pasando' el programa de Borja Prieto se exprese como una metralleta verborreica que suelta una frase antológica detrás de otra. Me parece divertidísimo. Luego en Facebook se expresa de un modo más sencillo y emocional, y a mí esto último me gusta porque me parece muy humano. Insisto, no conozco a Fernando de nada y todo esto son lecturas que hago desde León, donde hace mucho frío y desde mi casa de la cual hace años que no salgo (ríe).
A pesar de lo taciturno de algunos versos y el viaje interior que propone el disco, hacia el final se observa cierto optimismo. Lo digo por el aire juguetón de 'La gran ilusión'.
El disco es un recorrido que pretende culminar con el mensaje de superar el pasado y mirar hacia el futuro. En mi caso suelo tener una lucha interna con la melancolía. Es un rasgo de mi personalidad. Es hereditario por línea paterna. Ha habido grandes melancólicos entre los De La Flor y yo soy uno de ellos. Y la melancolía juega siempre en contra. Es peligrosa. Es como una droga que modela e idealiza el pasado y te hace creer que es mejor que el presente. Lo retro, lo vintage mola, pero la melancolía no. Por eso hay que centrarse en el "aquí y ahora", base de la milenaria meditación budista y que tanto predican los nuevos evangelistas del Mindfullness. Ahora gestiono mejor mi melancolía porque ya soy un paisano, tengo canas, tomo carajillos y juego al dominó.
Dedicas el disco a tu madre. En estos tiempos de actitudes descastadas, egotrips vacuos e independencias impostadas, parece un acto de otro tiempo. ¿De bien nacido es ser agradecido y mejor si se refleja en canciones?
Cada disco que he hecho ha reflejado un momento de mi vida. Este último también, y la persona que ha estado más presente durante ese momento ha sido mi madre. Siempre ha estado apoyándonos y ayudándonos tanto a mi como a mis hermanos en todas nuestras etapas vitales. A parte de tener una magnífica relación con ella, la admiro y respeto profundamente. Aunque las canciones nada tienen que ver con ella, me parecía más que apropiado dedicarle el disco. Love U mom.