Con un estilo que enlaza las producciones del Phil Spector menos airado, las cadencias vocales de Patsy Cline, los ecos a los grupos de chicas de los años 50 y los arpegios de guitarra sugerentes que dibujan a un West Montgomery sentado en el porche de su casa (cortesía de su inseparable Dailey Toliver), Molly Burch se ha convertido, gracias a dos discos excelsos, ‘Please be mine’ (2017) y ‘First flower’(2018), en una de las cantautoras más brillantes de su generación. Natural de Los Angeles y con un background familiar relacionado con la parte más prosaica del mundillo artístico (padre productor y escritor, madre directora de casting), Burch se mudó a Austin para iniciar una carrera musical que ya le ha permitido lidiar con los sinsabores de las rupturas amorosas y auspiciar el crecimiento personal que le gana batallas, a base de melodías y grandes canciones, a la ansiedad y al miedo a lo que vendrá.
A simple vista pudiera parecer que entre ‘Please be mine’ y ‘First flower’ hay apenas diferencias estilísticas, pero Molly Burch se ha desprendido de cierto desgarro vocal que marcaba el primero para cantar con más desparpajo y hasta acentuando cierto sentido del humor en su segundo, y por ahora, último disco. “Creo que la dos principales diferencias estilísticas están relacionadas tanto con la banda que me acompaña como con la gran progresión que hubo entre mis dos álbumes. Cada músico (exceptuando a Dailey Toliver) que participó en ‘First Flower’ se incorporó en ese momento al proyecto y creo que eso influyó definitivamente en el estilo final de las canciones. Me sentía con más confianza, lo que me permitió ser más traviesa”. Aún así afronta temas reflexivos llenos de aristas emocionales, cómo la ansiedad frente al hecho creativo en ‘Candy’ o sus inquietudes sobre el hecho de tener una trayectoria musical sólida. “Tengo una pelea constante con la ansiedad y quería abordar eso en el álbum. A pesar de ello creo que sigo creciendo como músico y persona cada día”.

Mención aparte merece ‘To the boys’, una sugestiva reflexión sobre la naturalidad y su posición en la vida (y quizás en la industria musical). A pesar del sonido tan artesanal, las composiciones de Molly Burch suenan muy contemporáneas. “Me esfuerzo siempre por alcanzar un sonido contemporáneo. Pero creo que mi educación y mi formación están basadas en la música tradicional”. En ‘Next to me’ y ‘Dangerous place’ también se expone sin ambages. ¿Estamos hablando de una cantautora pop? “Por supuesto, me identifico como una cantautora pop”.
‘First flower’, es un álbum que trata sobre el crecimiento y el auto conocimiento. Un discurso que probablemente entronca con la paradoja de como las prisas de hoy hacen que importe más cómo nos miran los otros (a través de las redes sociales, por ejemplo) que mirarnos al espejo y reflexionar sobre quienes somos y como podemos lograr ser cada día mejores. “Estoy de acuerdo, pero creo que no es saludable pensar en ello demasiado. Especialmente con el caso de Instagram. Trato de equilibrar la balanza de forma sana en todos los ámbitos”.
En cierta manera, el sonido de sus canciones (con la ya mencionada e ineludible aportación de la guitarra de Dailey Toliver) apela a ese mood de reposo e introspección tan afín a artistas como Bedouine o Aldous Harding. Molly Burch está a un pequeño paso de alcanzar la misma liga que ellas, “adoro y admiro a esas dos artistas que mencionas. ¡Ojalá poder estar en la misma liga que ellas!”, sentencia.
Mujeres de todas las épocas cantando baladas son su principal fuente de inspiración. Da la impresión de que una de las prioridades de Molly Burch es que canciones como las suyas, clásicas y atemporales y que históricamente han sido cantadas desde cierta sumisión y aceptación de un papel secundario, obtengan un nueva percepción. Pero todo parte de cierto progreso vital que deviene en plan preconcebido: con ‘Please to be mine’ casi difuminaba su yo al intentar suturar una ruptura amorosa mientras que en ‘First flower’ la primera persona se hace fuerte y poderosa. “Me alegro de que te hayas percatado. Sí que se trata de un plan preconcebido y siempre me inspiro en mis propias experiencias emocionales”.
Molly dice ser bastante hogareña y es probable que el "run run" que generan las giras sean uno de los elementos discordantes a la hora de afrontar una trayectoria artística sostenible y en condiciones. Todo tiene sus pros y sus contras: “(Ríe) Me encanta estar en casa y creo que viajar y hacer tantas giras me ha hecho cada vez más hogareña. De todas maneras, me encanta ir de gira. ¡Estoy ansiosa por llegar a España y Portugal! Le esperamos.