Mankunku Quartet / Yakhal' Inkomo

Makunku Quartet
Portada de 'Yakhal' Inkomo'

En mi último viaje a París hice una parada obligatoria: visitar la tienda que tienen los de Superfly Records en el número 53 de Rue Notre Dame de Nazareth. Un placer rastrear por sus cubetas las innumerables joyas de jazz, sonidos antillanos, y rare groove funk, entre otros estilos, que allí se agolpan en tan exiguo espacio. No tuve que esforzarme mucho - el disco estaba expuesto en un atril de novedades - para quedar prendado de la portada de esta joya de Mankunku Quartet, grupo que lideró el saxofonista Winston 'Mankunku' Ngozi. Una cubierta en blanco y negro de la cual emerge la figura de Winston cual Charlie Parker acodado y sujetando con rictus pensativo su saxo. Un flechazo. Luego leí que lo editaba Jazzman, con lo cual ya era sinónimo de calidad suprema.

'Yakhal’ Inkomo' es una de las tantas gemas que han sido desterradas del olvido por el sello de Jazzman Gerald y que proviene de la inagotable fuente de la música africana. En este caso hablamos de jazz sudafricano y de la leyenda que fue en su día  - allá por mediados de la década de los 60, fecha de publicación del disco- este artista nacido en 1943 en Ciudad del Cabo. El poeta y activista sudafricano Mongane Wally Serote escribe unas palabras que intentan ofrecer un vivo retrato de Ngozi: "I once saw Mankunku Ngozi blowing his saxophone. Yakhal’inkomo. His face was inflated like a balloon, it was wet with sweat, his eyes huge and red. He grew tall, coiled into himself, uncoiled and the cry came out of his horn". Arte y vida. Un binomio que para algunos artistas era indisociable.
Bajo la mano de su mentor Ephraim Nkanuka, nuestro hombre se fue fogueando en diferentes Big Bands, y asistiendo a festivales de jazz. El apartheid tuvo nefastas consecuencias a todos los niveles, y muchos artistas dejaron su tierra, aunque él optó por quedarse e ir dando forma a su carrera cuyo fruto fue esta obra maestra cuyo título hace referencia metafórica al llanto de un pueblo en contra de la violencia y el sufrimiento como consecuencia de la segregación racial. Un disco que codifica el dolor y que aúna tradición y futuro, pasado y presente en un cancionero que destila una pasión casi catártica. Al soplido rehabilitador de Winston Ngozi hay que unirles el piano de Lionel Pillay, el bajo de Agrippa Magwaza, y las baquetas de Early Mabuza. Brutal.