Le Voyeur: "Las canciones son inmortales mientras encuentren a alguien que las vuelva a escuchar"

Miguel Marcos nos habla de las canciones de su infeccioso y bailable 'Popnografía'

Le Voyeur. Mirada y catarsis.

Cual Erno Rubik girando un cubo construído de piezas independientes que se pudieran mover sin caerse, 'Popnografía' (Error 404, 2020) - el segundo disco de Le Voyeur - sostiene un relato conceptual sobre la crisis sistémica, vestido con diferentes capas y del que podemos sustraer todo un catálogo de lecturas. Todo un ejercicio inesperado de pop bailable, arropado por una producción sintética que mira de reojo al post-punk para arrojarse a los brazos de un club distópico, que recrea sin pudor usos y costumbres de una sociedad de consumo cuya construcción se tambalea pese a lo abigarrado del discurso que le alimenta. Un disco ambicioso en forma y fondo, cuyo autor principal - el músico, productor, profesor y también periodista Miguel Marcos (quien también ha participado en proyectos como La Bizarreria o Mastretta) - nos desgrana desde su particular e incisivo punto de vista.

Con los terribles efectos de la pandemia, tanto directos como colaterales, los ya de por sí debilitados cimientos de la sociedad contemporánea están casi a punto de derrumbarse. ¿El repertorio que nutre ‘Popnografía’ puede funcionar como anticipo imprevisto?

'Popnografía' ha funcionado como un acto creativo profético y de resistencia durante la pandemia. Un inventario de consumo pop que ha adquirido diferentes significados en función de los diferentes contextos que hemos atravesado estos meses, que ya parecen siglos. También es un lugar donde quedarse a vivir, una colección de canciones que retroalimenta nuestro pasado. Vivimos en la era del 'Loop de Prometeo'. Del eterno castigo. Otra forma de retromanía y mitología pop, donde los dioses clásicos son sustituidos por la infoxicación, las pantallas y el píxel. 

Portada de 'Popnografía'

Canciones como ‘Los días inertes’, ‘Esclavos del pop’ o ‘Ikea en Ítaca’ son obra de un observador que marca las distancias o de alguien que se preocupa pero prefiere la perspectiva puesta a raya con la ironía para no embarrarse demasiado?

Cuando la distancia del narrador se convierte en invisible, las canciones empiezan a sobrevivir por si mismas. Y comienzan a comportarse de manera autónoma. Es como la primera vez que dejas ir solo a tu hijo al colegio. Volverá a casa, pero habrá una transformación en él. Y eso es lo que le pasa a estas canciones, que son organismos vivos que nacen, en el momento que surge el primer verso, la primera melodía o la primera cadencia de acordes, después se alimentan, las vestimos con los mejores arreglos e instrumentaciones, luego van creciendo hasta que atraviesan el proceso de grabación, mezcla y máster para encontrar una madurez apta para el consumo. Más tarde se reproducen en los oídos de la gente que las escucha, las baila y las disfruta. Con el paso del tiempo van envejeciendo, algunas mejor que otras. Pero nunca se mueren, porque las canciones son inmortales mientras encuentren a alguien que las vuelva a escuchar. Es ahí donde reside la idea del Santo Grial, de la trascendencia del Arte. 

Aun así no parece que te importe que estas canciones las puedan bailar personajes como los que retratas en ellas. ¿Una paradoja inevitable?

Los personajes que habitan estas canciones son retales de mi propia existencia. Son partes  de mí mismo, de mis deseos y de mis miedos. Son personajes que interactúan en un mundo distópico en el que sobreviven gracias al consumo de cultura pop, donde la redención está en el karaoke caleidoscópico del fin del mundo. Un plano secuencia sobre la sociedad de consumo con aire surrealista, donde profano y lo sagrado, lo culto y lo popular bailan al borde del abismo. 

Utilizas ciertas figuras recurrentes en tus letras (el cubo de Rubik, las referencias al pop como ente...). ¿Trucos para que persista algún tipo de hilo invisible?

Más que trucos, son parte del Deus Ex-Machina que mueve mi proceso creativo, antes de empezar a componer las canciones de 'Popnografía' tenía muy claro que quería alejarme de 'Episodio Aparentemente Letal' mi anterior disco, que fue un proceso bastante doloroso, porque estaba directamente relacionado con una experiencia traumática que por suerte, o sabe Dios qué, tuvo un final feliz. Entonces necesitaba construir un nuevo mundo en el que pudieran convivir las dos caras de la moneda, el lado más bailable y optimista a través de los sintetizadores, las rítmicas, las armonías y el reverso crítico de nuestra sociedad de consumo, a través de las letras. Es como estar bailando mientras un diablillo te cuenta secretos al oído izquierdo, mientras tanto, tu ángel de la guarda, un ser mucho más aburrido, te pide que no le escuches desde el otro oído.

Hablando de referencias a la cultura popular:  imágenes cómo la de Tarantino cortando la cabeza de Dios, Fellini en un tobogán, la referencia a El Bosco del octavo corte del disco que convive con la Ikea del sexto o las disfunciones de los neo conservadores de ‘Los días inertes’ componen una galería cuánto menos atípica. ¿Te gusta escribir al filo del abismo, quizás emulando a un Hunter S. Thompson?

Es un proceso premeditado, en este disco buscaba una escritura-polaroid, escribiendo historias independientes, flashazos, piezas de un puzzle que al final todas juntas, configuran algo más grande, porque todas las canciones están interconectadas entre sí a través de túneles, pasadizos, puentes invisibles o encabalgamientos eróticos desde la imaginería Pop de nuestros días. Una continua búsqueda a través de las imágenes de Warhol, Fellini, Bowie o de Blancanieves.  Una forma de horror vacui desde un lugar barroco y new wave que esconde secretos en cada verso, en cada esquina, en cada piso del cubo de Rubik. Pero es verdad y no lo había pensado antes, quizás una jugada del subconsciente, justo has dado en el clavo, incluyendo a Hunter S. Thompson sobrevolando el decorado pop de estas canciones. Porque quizás haya sido la experiencia periodística lo que en mi caso haya configurado un background que me ha permitido reciclar lo culto y lo popular, lo sagrado y lo profano.

También hay mucho de grecomanía en el disco, con las referencia a Ítaca o al mismísimo Prometeo. ¿En plan dionisíaco o desde el prisma de cierta nostalgia de lo clásico?

Desde La Odisea de Homero, el viaje cómo concepto vital se ha impuesto en nuestra realidad cotidiana. También pasa con los castigos eternos, con Prometeo, Sísifo o Aracné y los niños esclavos a los que explota en Taiwán. Todo ello es parte de nuestra cultura y cada vez está más presente en nuestro día a día. A lo mejor es el momento de un segundo Renacimiento. La reinvención del Mito y el reciclaje de la Historia como nuevo punto de partida. O lo que es lo mismo, Ikea en Ítaca.

A nivel estético recurres al lado más infeccioso del pop, más cerca del riesgo que al acomodo pese a lo bailable del grueso de los temas. ¿Crees, tal y cómo decía Andy Partridge de XTC que “al acabar una canción, como mucho te parece que suena bien, e intentas que signifique algo especial para los demás”?

Para mí cada disco es una búsqueda, no sólo a nivel musical o en cuanto a las letras, sino también a nivel estético y creo que lo que he conseguido en este disco es algo casi enciclopédico. En ese sentido ya estás asumiendo un riesgo creativo pero si además colocas trampas en cada esquina a nivel armónico y melódico con guiños que van desde Sex Pistols a Talking Heads pasando por Kraftwerk o Tom Waits pues vas cerrando conscientemente una obra conceptual que aunque no lo parece, porque cada canción tiene vida propia, lo és. 

Lo de participar en un festival de Poesía como la recientemente clausurada última edición de Perfopoesía puede indicar que lo tuyo tiene mucho de literario. ¿En tu bagaje pesan más las letras o los sonidos?

Desde los 17 años no he trabajado en nada que no esté relacionado con la música en cualquiera de sus múltiples espejos. Soy músico, productor, profesor y periodista, pero por encima de todo eso, me considero un artesano de canciones. Siempre me ha preocupado el verso perfecto, dejando en el cajón canciones sin terminar durante años porque no eran dignas de nacer sin la exigencia de ese verso que cerrara la canción. Eso no quiere decir que no me haya pasado la vida entera buscando ese equilibrio entre letra y música. Pero por desgracia, es verdad que mi nivel de autoexigencia no me permite sacar un disco al año. Ojalá, quien sabe si el próximo año podamos romper ese maleficio. Por cierto, maravilloso el Festival Perfopoesía de Sevilla, que nos dure muchos años.

Podemos detectar mucho énfasis en toda la batería de imágenes y diseños que ilustran y envuelven la publicación del disco. ¿Era un tema que te preocupaba especialmente?

La transversalidad de las artes es algo que siempre me ha preocupado especialmente. He trabajado la parte del diseño de las portadas de cada single y del LP final con Carlos Vacas, uno de los mejores fotógrafos y diseñadores que conozco, además de gran conocedor del arte del S.XX. Por otro lado, hace años que imparto clases, talleres y cursos de creación musical siempre relacionando la música con otras artes. Hay días que llego a mis clases de composición, entro en clase y les digo a mis alumnos: “Chicos hoy vais a crear la música de la pintura El Origen del Mundo de Courbet”. “Pero profe, cómo...”

Que por cierto, hablando de censura, ahora vas a Google lo buscas en imágenes y sólo lo encontrarás pixelado o con la cabeza de alguien tapando el Origen del Mundo. Es puro surrealismo sistémico. Ahora precisamente estoy componiendo un libro-disco basado en textos exclusivos que han escrito ex profeso grandes poetas españoles contemporáneos que estoy componiendo y que el próximo año verá la luz. Es algo en lo que llevo trabajando más de un lustro.

Al final te despides con un ‘Disculpen las molestias’, donde entonas un vals crooner que puede funcionar como placebo pero a sabiendas que la catarsis queda ahí. ¿No hay nada mejor que dar un sopapo con educación?

Siempre he creído que la reeducación es la clave del conocimiento, y mucho más, en estos tiempos extraños y convulsos. Nunca he configurado mi obra dentro de los parámetros del mainstream. No porque no quisiera, porque quizás recursos estilísticos y musicales no me falten, pero siempre he creído en la importancia de aportar nuevos significados y nuevos valores a nuestros espacios creativos, a nuestra Libertad de creación y eso tiene un precio bastante alto. En el fondo, cómo te decía antes soy un artesano de canciones que busca una transcendencia artística basada en una carrera a largo plazo, con una discografía sólida y con algo nuevo que contar en cada verso, en cada estrofa, en cada canción.