Miembro fundador de los seminales Metá Metá y colaborador habitual de tótems de la música brasileña del cuajo de Elza Soares, Tom Zé o Jards Macalé, el paulista Kiko Dinucci registra en su nuevo disco en solitario Rastilho (Autoeditado, 2020) una colección de piezas que giran en torno a su versátil manejo del violão. Un trabajo que discurre en esa onda distintiva que incluye a aquellos compositores de todas latitudes que encuentran en un tratamiento atrevido de la guitarra acústica la atmósfera idónea para convertir ideas y emociones en canciones. En el caso de Dinucci, sin poner barreras al diálogo musicado con maestros clásicos del pasado como Paulinho Nogueira o Toquinho, se pone de manifiesto su querencia por la rama más cercana a la improvisación y la vanguardia que, entroncando con la pulsión más africana de la música brasileña, crece desde la placidez marinera de Dorival Caymmi hasta la pasión contenida de Rosinha de Valença

Desde el bodegón putrefacto - que engaña a simple vista - de la portada, y con un trote que invita pensar en las cuerdas del violão como singular elemento percutivo, Kiko Dinucci construye un recorrido temporal sobre su propia relación con la guitarra que expone con la ayuda de diferentes colaboradores, entre los que se encuentran habituales como Juçara Marçal (con quien grabó en 2008 el excelso álbum 'Padê'), Ava Rocha o Rodrigo Ogi. A su vez, para la confección sonora del disco - áspera y dotada de varias capas de profundidad pese a la austeridad instrumental del conjunto - se inspiró en discos producidos en los 60 de Edu Lobo, Geraldo Valdré o Pedro Sorongo en los que los efectos y las reverberaciones enturbiaban con niebla psicodélica canciones de estructura sencilla.
Todo ello hace que pequeñas locuras acústicas cómo 'Dadá', la deliciosa reinterpretación del carnaval 'Vida Mansa' de Cyro Monteiro, celestiales coros ancestrales cómo los de 'Foi batendo o Pé Na Terra' (que recuerda tanto al añorado Cartola) o la cadencia vanguardista de la juguetona 'Marquito' articulen un disco que elude nostalgias y rejuvenece con brío la vigencia de un instrumento eterno.