'Love and Squalor' (Jabalina, 2020) es un disco con un largo recorrido narrativo y que mantiene una singular riqueza estílistica, fruto de la capacidad de su autor para manejar referencias con denominación de origen diversa. J'aime - afrancesada identidad artística de Jaime Cristóbal - traslada a los surcos de su primer disco largo un amor incondicional por la música popular de todas las épocas y casi todos los estilos - ya manifestado en ocasiones pretéritas en sus discos con Souvenir, su trabajo para otros músicos o su impagable labor de prescriptor didáctico pero sin ínfulas en Popcasting o Jenesaispop - para narrar una historia en primera persona de idas y venidas, ausencias y presencias. Marcadas por un poso reflexivo que no rehúye el humor y la energía atemporal pero que entronca con muchos de los grandes discos de madurez, estas canciones navegan por el jangle, el country, la chanson, el rocksteady o la electrónica para certificar desde la periferia el excelente estado de salud del pop, que sigue erigiéndose como ese gran placebo sonoro para épocas inciertas.
Estamos en 2020. J'aime publica canciones nuevas en solitario tras varios años, tu podcast Popcasting cumple quince años…y todo ello dentro de uno de los contextos históricos más extraños y preocupantes de los últimos tiempos. ¿La música te sirve en este caso de bomba de oxigeno, catalizador de la desconexión o, en cambio, con ella pretendes escudriñar lo que sucede ante tus ojos y darle un sentido?
En el caso de mi disco, es claramente lo último. Como sabes es una colección de canciones bastante autobiográfica, así que el motor y motivación para acabar de componerlas y grabarlas -un proceso que me llevó algunos años- fue siempre esa exploración, las ganas de dejar registradas una serie de reflexiones y evocaciones sobre mi experiencia. La parte de catalizador o bomba de oxígeno que comentas creo que la experimento más como oyente que otra cosa.

'Love and squalor' se publicó en el momento álgido de la pandemia y aún así (dentro de su relativo alcance comercial, claro está) no ha parado de recibir elogios y parabienes. ¿Te sorprendió? ¿Crees que el pop, más allá de modas y tendencias, sigue ahí firme y robusto como dispensador de curas varias?
Tengo que decir que sí me sorprendió. Llevaba sin sacar un disco largo desde 2011 (‘Travelogues’, de mi grupo Souvenir) y mi experiencia entonces (y aún más crecientemente en los últimos años como espectador del mundo de la música) fue que después de todo el esfuerzo hecho para crear un elepé muchas veces el artista acaba chocando contra una ventana de atención al lanzamiento que dura dos, tres semanas, en las que suenas en la radio, te entrevistan, salen críticas… pero pasado un mes, el tropel de lanzamientos subsiguientes te ha sepultado y el disco cae en el olvido casi completamente. Por eso estoy tan contento con lo que ha pasado con ‘Love and Squalor’. Salió justo el fin de semana en el que comenzaba el confinamiento y mi sensación es que eso le ha beneficiado profundamente: muchos lanzamientos se detuvieron o aplazaron y (más crucial) de repente todo el mundo tenía tiempo en sus manos, eso tan raro. Mi impresión estos casi tres meses desde entonces es que el disco ha tenido un recorrido muy largo y bonito, que los estados de ánimo que refleja parece que han conectado muy bien con el sentir de mucha gente durante esta época tan extraña, y que curiosamente (y me lo ha dicho mucha gente) para muchos ha sido algo así como su disco de la pandemia.
Hablando de pop, este disco es todo un desfile de estilos (del proto tecno al twang, pasando por el bolero fronterizo y las playas de Sydney) que ilustran al oyente sobre los gustos del autor de las canciones pero que a su vez implican coherencia temática y estética. ¿La idea era preparar un Jukebox que narrara cierta historia de tu vida?
Sí, es eso exactamente. Desde siempre ese jukebox, o también “cinta recopilatoria conceptual”, ha sido la forma en la que me planteo los discos, ya desde Souvenir veníamos haciendo eso, porque no somos capaces de quedarnos obedientemente en un estilo. Pero es que además narrativamente te da mucho más juego, igual que a nivel de estados de ánimo. Hace tiempo le comentaba a un amigo que la dictadura de los estilos en la música es bastante extraña en el fondo: a la gente a la que le gusta el cine se entiende que le gustan más o menos todos los géneros, y sin embargo hay cantidad de aficionados a la música a los que les gusta “una música”, como un cinéfilo a quien sólo le gustasen las comedias, por ejemplo. Muy raro.


Dices que este es un “disco confesional”. ¿Una suerte de versión musicada de tus “diarios de verano” en Popcasting con algo de picante?
Bueno, no exactamente… esos diarios de verano son más bien un anecdotario entrelazado con música, una especie de versión de los diarios que escribía en mi juventud… datos y anécdotas más que una expresión de sentimientos. Eso me sale mejor en forma de música, y en este disco la premisa era explorar una serie de crisis de pareja y vitales: la posible muerte de una relación y la muerte real de un amigo, recogiendo desde los orígenes hasta el presente.
Supongo que el título del disco que tiene que ver con aquella antología de cuentos escritos por JD Salinger, aquí traducida como 'Para Esmé, con amor y sordidez' ¿Eres muy de incluir “miguitas literarias” en tus canciones o son tan solo licencias que te permites de cuando en vez?
Sí, es un guiño a esos nueve relatos de Salinger, que por cierto releí recientemente y me parece que siguen siendo magistrales. Para el título quería algo que expresase ese arco que comentaba antes, desde los dorados orígenes de una relación o una amistad hasta los momentos más… complicados, desgraciados y algo sórdidos, sí. Así que lo tomé prestado. No, no es algo que haya hecho a menudo, mis guiños yo creo que tienden a ser más musicales, como en ‘From Rhinestone To Limestone’, donde me da por rimar Vince Clark con Gene Clark o ‘Raspberry Beret’ con Percocet.
Dos de los músicos que, personalmente considero, han retratado con un gran acierto la placidez que aparece en la madurez una vez sorteados ciertos baches vitales, sois tú con este ´Love and squalor’ y el francés Vincent Delerm. Aunque os movéis en coordenadas estilísticas diferenciadas, ambos contáis con la voz de Françoiz Breut en vuestros últimos trabajos. ¿Casualidad?
Me gusta esa asociación, no lo había pensado. Admiro mucho a Delerm, y supongo que en la medida en la que los dos somos “melodistas” pues hay un terreno ahí en común, ¡aunque yo soy más viejo! Cuando se lo propuse a Françoiz no sabía qué me iba a decir, la canción era de un estilo un poco distinto a lo que hace ella, y sólo le pedía una segunda voz y un recitado final. Sin embargo me respondió con mucho entusiasmo, me dijo que le encantaba la canción y la grabó enseguida en el estudio de su colaborador Sacha Toorop. Como me ha pasado con todas las colaboraciones, al colocar sus pistas encima de lo que yo había grabado previamente de repente saltaban destellos de magia y belleza.
En ´Love and squalor' hay muchas presencias, dónde destaca la de tu mujer Patricia (también pareja artística en Souvenir que, a su vez, canta en varios cortes y cuya relación contigo a lo largo de los años sirve de pilar temático del disco), la ya mentada Françoiz Breut y el prestigio a las baquetas de Alasdair Macaulay. Pero también hay ausencias: el espíritu de Josetxo Ezponda sigue presente, el homenaje a Roberto C. Meyer explícito en ‘Right Behind Your Heart’. ¿Una fiesta de claroscuros? ¿Una forma de ajustar emocionalmente el pasado para afrontar lo que venga con los amarres sueltos?
A Josetxo le tengo siempre muy presente, y tenía un instrumental (‘Sydney Creeps’) que me recordaba a Los Bichos, perfecto para que colaborase Charly - Juan Carlos González - el último miembro vivo del grupo, que es amigo mío. Grabó una guitarra muy delicada y sí, fue un poco como conjurar su espíritu. Lo de Roberto iba dentro del planteamiento del disco… a mitad de la preparación del mismo se nos murió, y sencillamente habría sido imposible no aludir a eso en alguna de estas doce canciones. Además la relación entre los tres (Patricia, Roberto y yo) tuvo también su enjundia, fuimos compinches en cantidad de aventuras, musicales y vitales, desde los 90 hasta casi el presente, y me parecía lógico incluir y mezclar todas esas vivencias.


No sé si es un detalle casual pero las canciones más románticas del lote (amor por los discos en ‘700.000 Records’, amor por otra persona en ‘Put your lips’ o el paisajismo de ensueño en ‘Media Luna’) son las que introducen elementos electrónicos o ambientales más evidentes. ¿Celofán cinematográfico?
No lo había pensado… aunque hay otras igual de románticas (‘Toutes les femmes et aucune’ o ‘From Rhinestone To Rhinestone’) me parece una buena observación… Sin duda esas capas de electrónica añaden un extra de romance y de ambiente. Al hilo de la muerte de Florian Schneider, hace poco escuché una entrevista a Simon Witter, un periodista inglés experto en Kraftwerk, que co-dirigió el documental ‘Kraftwerk – Pop Art’ y me gustó oírle decir que contrariamente al mito del sonido “frío” de los sintetizadores, éstos son instrumentos capaces de una calidez y una emoción totales. Estoy muy de acuerdo.
‘Toutes les femmes et Aucune’ tiene un punch “Polnareff de primera época” irresistible que termina descorchando un country. Teniendo en cuenta tu nombre de bautismo artístico ¿Por qué no te has atrevido en otras canciones a emular a los chansonniers entonando en francés?
¡Gracias! Me gusta la referencia a Polnareff, no lo había pensado. Pues mira, después de dos EPs y este disco creo que ya tengo muy claro que mi medio de expresión principal es el inglés. Mi carrera profesional gira en torno a ese idioma y es lo que me sale más natural, pero bueno, es que ya me pasaba con 19 años. Aun y todo me gustan estas excursiones puntuales a otros idiomas, como hice en ‘Ciudad del mar’ o aquí. Te permiten explorar otra manera de decir las cosas, son idiomas menos sintéticos que el inglés y acabas usando más palabras y frases más largas… eso a veces beneficia a la canción, dependiendo de la métrica. De momento voy a reservar futuras creaciones en francés para ver si de una vez podemos hacer un nuevo disco de Souvenir, que ya va para diez años…
Dijo Robert Forster (quien perfectamente podría haber puesto su voz a ese traje de seda australiano que es ‘Sydney Creeps’) que “Lo más rebelde que puedes hacer con tu carrera es que sea extensa y digna”. ¿Te ves componiendo canciones y sacando discos dentro de treinta años?
Sí, totalmente. Hace unos años tenía mis dudas sobre si hacer algo como lo que acabo de hacer (sacar un disco con cuarenta y tantos años) sería relevante, o despertaría el mínimo interés, en un mundo de constantes nuevos artistas, etc. Pero en la situación actual de la música pop y rock más o menos clásica, incluso dentro de lo “indie”, creo que sí ha sido una experiencia relevante (así lo he experimentado con la atención prestada a este disco) y que lo seguirá siendo, porque las generaciones más jóvenes tienen ya otras referencias estilísticas (no hay apenas nuevo público para esto) pero eso está generando gradualmente un confortable nicho para aficionados de, ejem, mediana edad. Un poco como ha ido pasando anteriormente con otros géneros como el jazz, el blues, etc. Mientras siga habiendo aficionados que lo sigan, no morirá, y todos -artistas y público- iremos envejeciendo juntos. O sea que, respondiendo a parte de la segunda pregunta del comienzo de esta entrevista que previamente me había saltado… sí, estoy de acuerdo contigo: el pop, más allá de modas y tendencias, sigue firme y robusto como dispensador de curas varias.