Slow Food es una asociación ecogastronómica sin ánimo de lucro fundada en Italia por Carlo Petrini en 1986 en contraposición al fast food (comida rápida) que promueve el desarrollo de un nuevo modelo de gastronomía relacionado con una forma de expresión de la identidad y de la cultura vinculada al alimento. "La gastronomía parte de ser un derecho fundamental, que consiste en que nos proporciona un enorme placer. Consideramos que hablar de gastronomía tiene que ser también desde un punto de vista de la responsabilidad: con el medio ambiente, los productores y el alimento en sí. Todo esto hace que podamos hablar de gastronomía con un enfoque que entienda que no podemos continuar explotando los recursos del planeta de forma ilimitada. Tenemos el derecho al disfrute alimentario pero pensando siempre en la repercusión que tiene en el medio ambiente y en la vida de las personas", explica Irene Zibert, responsable de comunicación de Slow Food Valencia.
[pull_quote_left]Tenemos el derecho al disfrute alimentario pero pensando siempre en la repercusión que tiene en el medio ambiente y en la vida de las personas[/pull_quote_left]
El alto ritmo de vida en algunas sociedades dificulta poder disfrutar de placeres tan básicos como puede ser la gastronomía y y una buena alimentación. Esa misma situación se refleja también en el modelo de producción de la industria alimentaria. En este sentido, Irene Zibert considera que pretender que un alimento "se pueda cultivar en la mitad del tiempo del ritmo que lleva la naturaleza empieza a ser un despropósito y cambia algunos ritmos de desarrollo: genera un trastorno, pérdida de sabores, de variedades de alimentos y en la calidad de la vida de las personas también porque es importante el momento de comer saber de donde viene el producto. Todas esas cosas necesitan tiempo y hemos perdido la noción humana del mismo".
[pull_quote_right]Es preciso volver a educar el gusto más allá de la estética y el que la industria alimentaria ha decidido que sea[/pull_quote_right]
Esta situación ha conllevado a que se haya perdido el sentido del gusto en aquellos alimentos naturales que no han sido manipulados, según explica la responsable de comunicación de Slow Food Valencia: "Es fundamental la educación del gusto. Es indispensable porque a lo largo de estos años, incluso décadas, el aplanamiento del sabor es algo evidente. La gente ha perdido el gusto de los sabores auténticos. Cada día están menos disponibles esos alimentos autóctonos, regionales, propios de la estación. La gente va en masa a los supermercados a comprar productos industrializados que en realidad no tienen que ver con lo sabores tradiciones. Nosotros -Slow Food- promovemos la defensa de los sabores, las semillas autóctonas, los productos locales. Esto provoca que sea preciso volver a educar el gusto más allá de la estética y el que la industria alimentaria ha decidido que sea. Es decir, tener los referentes mentales para poder saber de verdad a qué sabe, a qué huele y conocer la textura del alimento".
[pull_quote_left]Practicar la buena lentitud es la que te permite hacer las cosas bien, con conciencia, conexión y sentimiento[/pull_quote_left]
De esta forma, el ímpetu por desarrollar multitud de tareas en un breve espacio de tiempo ha empezado a generar interés en la sociedad por cambiar los hábitos de vida, situación que ha provocado que millón y medio de personas repartidas en más de 120 países hayan optado por practicar el slow food. "Hay una obligación tácita a que todos tenemos que acelerarnos y parece que intentar hacerlo de otra manera es como si te quedaras atrás, obsoleto o fuera del sistema. Precisamente lo que empieza a ser moderno es tomar conciencia de los absurdo que supone vivir de esa manera y hacer la cosas a un ritmo correcto. Y sí se puede. Son pequeños hábitos que hay que ir haciendo y que poco a poco van sintonizando con el sentir colectivo y generan un cambio de actitud, de hacer las cosas, de divertirte, de aspirar al desarrollo y al progreso. Practicar la buena lentitud es la que te permite hacer las cosas bien, con conciencia, conexión y sentimiento", sostiene Irene Zibert.
¿Pero ello supondría suprimir hábitos? "Debemos establecer prioridades. Es difícil cambiar de un día para otro, pero sí que puedes empezar a elegir. Por ejemplo, podemos establecer breves momentos de desconexión de los aparatos, leer un libro o contemplar algo que te guste", sugiere la responsable de comunicación de Slow Food Valencia.
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ALIMENTOS BUENOS, LIMPIOS Y JUSTOS
Slow Food defiende un sistema alimetario coherente en el que un alimento debe ser bueno, limpio y justo. "Evidentemente no conecta con el sistema de la producción industrializada de alimentos y mucho menos con los transgénicos y la manipulación del alimento original", puntualiza Irene Zibert.
Según la responsable de comunicación de Slow Food Valencia, un alimento bueno es "un producto suculento que tiene las propiedades organolépticas (sabor, textura, color, olor...) propias de ese alimento en su estado original, que es propio de la tierra, está arraigado en el territorio y que forma parte de la cultura, de la idiosincrasia de una determinado lugar. El alimento es un valor cultural".
Asimismo, ha de ser limpio. "Es muy importante cómo se producen los alimentos, de qué manera impactan en el medioambiente, la forma de transportarlos. Tiene que haber un respeto por el medio ambiente y por el bienestar animal", explica Irene Zibert.
Otro factor es la justicia social. Así, la responsable de comunicación de Slow Food Valencia considera que "es justo cuando es pagado debidamente a quien lo ha trabajado: productor, agricultor, ganadero... Es un tema delicado porque en todos los sistemas de distribución, por lo general, quien recibe un pago ínfimo es el productor".
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