El borroso daguerrotipo que ilustra la portada del último disco de la banda madrileña Espíritusanto, en el que el Billy Brown y la Layla de Buffalo 66 yacen distantes y a la vez conectados, invita a pensar en una colección de canciones que abordan los sutiles engranajes que a veces sostienen y, otras, enquistan las relaciones personales a través del tiempo y las situaciones. Lo cierto es que «Exfuturo» (Jabalina, 2019) revela a partir del tamiz neblinoso del shoegaze y a través de la luz de las melodías infecciosas, un trabajo redondo y adictivo que reafirma las habilidades trenzadas en su disco de debut «Algo nos va a pasar» (Discos de Kirlian, 2016) y el EP «Caza Mayor» (Jabalina, 2017). Hablamos con Andrés Federico y Pablo Hernández, quienes calientan motores en los días previos al concierto de presentación del disco que tendrá lugar en la Sala El Sol de Madrid.
Da la impresión que con «Exfuturo» habéis apostado por lo conciso, a sabiendas de que el disco no llega a los diez cortes mínimo de rigor, y por lo variado, ya que a pesar de que vuestro estilo podría estar enmarcado en algún lugar entre el shoegaze y el pop ensoñador, el repertorio incluye elementos que abren el abanico y las posibilidades. ¿No es así?
ANDRÉS: No importa cuánto nos marquemos un objetivo estilístico con cada EP o álbum, siempre acabamos pervirtiendo esas ideas a la hora de componer porque nos dejamos llevar bastante más de lo que nos gustaría. Hablamos, decidimos, componemos y nos contradecimos. Y vuelta a empezar.
PABLO: Nos gusta el formato de canción pop, conciso, pero dentro de ahí el abanico como dices es muy amplio. Sólo en “900 pasos” decidimos salirnos un poco de esa norma y hacer algo más épico tipo Galaxie 500.

Aún así todas las canciones llevan un marchamo de pop sintético y adhesivo - supongo que marca de la casa del productor Alejandro Martínez (Alexanderplatz, Klaus&Kinski) - que unifica el producto y, en cierta manera, empaca vuestra propuesta en pos de una mayor “profesionalidad”. ¿Era el gran reto de este disco?
ANDRÉS: Profesionalizarnos no era un objetivo primordial; sí sacar un sonido de estudio más cercano a nuestras ideas. Alejandro nos ha aportado mucho orden, ha mejorado nuestro empaque y, sí, le ha dado a todo una pátina de pop sintético.
De David Rodríguez a Alejandro Martínez. Parece ya un patrón que echéis mano de productores - que también son músicos - con apellidos más que comunes.
ANDRÉS: Somos fans, qué más podemos decir…
PABLO: Saber que son buenísimos músicos y mejores personas hace que sepas que se va a estar cómodo en la grabación, cosa fundamental para que las cosas salgan bien.
Aunque las melodías flotan y marcan el disco, el sonido de batería es fundamental para llevar en volandas canciones como «El rayo que no cesa» o « Los amigos de Lola». Entiendo que es un recurso para sonar directos sin dejar de morder el almíbar disperso del shoegaze.
ANDRÉS: Contundencia de base rítmica frente a melodías armoniosas; nunca falla.
PABLO: Ahí Sean (el batería) tiene una gran labor, tiene experiencia de otros grupos más directos y fue un cambio fundamental en los conciertos. También cuando emplea ritmos electrónicos se hace buscando cierto contraste y contundencia, como en «La escapada».


Con el salto de discográfica, cuyo puente fue el EP «Caza Mayor» ¿habéis notado algún cambio perceptible en vuestra trayectoria? ¿O la vida artística de un músico independiente sigue siendo apretada en este país tal y como siempre se dibuja en el paisaje?
ANDRÉS: Nosotros tenemos esto como un hobbie. Nunca nos hemos planteado que nos saque de pobres y para el 99% de las bandas que conocemos lamentablemente nunca lo hará.
El toma y daca emocional marca de la casa continúa presente desde los tiempos de «Algo nos va a pasar», especialmente en canciones como «El rayo que no cesa» y su innegable reflejo “donosti sound”. ¿A nivel literario os encontráis especialmente cómodos en esas batallas emocionales de sabor agridulce?
ANDRÉS: Agridulce es mi segundo nombre.
«Ítalo-fitness» es un gran título, aunque supongo que ya os lo habrán comentado alguna vez. ¿De dónde viene esa canción?
ANDRÉS: Es curioso, gusta mucho y fue un título de trabajo sin más pretensiones ni intención. La idea del tema varió mucho a lo largo del tiempo, pero su germen era un arreglo de teclado muy sintético y con Chromatics en la cabeza; algo que visto ahora queda bastante diluido en el resultado final.
En cuanto a la letra, era esa sensación de estar al borde del final y no saber si estás contento o triste; pero sintiendo de nuevo ese nerviosismo en el estómago que precede a lo desconocido.
A pesar de ser un disco publicado antes de verano quizás es perfecto para que sea escuchado ahora que los días se acortan y el sol empieza a ser menos beligerante.
ANDRÉS: No somos un grupo muy veraniego, la verdad; pero precisamente en este disco hay temas como «Los amigos de Lola», «El rayo que no cesa» o «No es real», que bien te acompañarían en el estío y pondrían banda sonora a sendos desengaños y amores de verano.
Hacía bastante tiempo que no veía una portada cinematográfica en un disco de por aquí. Ahora se tiende, o bien al personalismo (con la foto del solista o la propia banda) en plano americano o a la abstracción y al mensaje críptico. ¿Vincent Gallo y Cristina Ricci siguen siendo tan icónicos como hace un par de décadas?
ANDRÉS: Nunca lo han dejado de ser. Siempre es mejor cualquier imagen evocadora que nuestros jepetos. Viva el cine y su imaginería.
PABLO: Para nosotros siempre ha sido cierta seña de identidad con la que nos gusta jugar, en las portadas y carteles de los conciertos. Como la del cartel de nuestro próximo concierto en la sala Sol.
Sois “seis amigos que viven en Madrid”. Supongo que otra de las misiones de la banda es que los tiras y aflojas artísticos no rompan la armonía. ¿O cómo cada cual es hijo de su padre y su madre eso es casi inevitable?
ANDRÉS: Dile a dos novios que se quieren que no riñan de vez en cuando. IM PO SI BLE.