Colección de Favoritos Internacionales 2020

Internacionales de 2020. Mucho y bueno.

Dicen por ahí que la gente ya no escucha discos enteros pero, por si las moscas, hemos preparado un resumen con los que consideramos elepés internacionales mas recomendables de un año tan complejo como este 2020 que ya está acabando. Aquí resuena la cumbia retorcida, la vanguardia nutritiva, el jazz espiritual, el punk tarareable y la reinvención de la música popular, pero sobre todo hay un puñado de autoras y autores intentando descifrar los rincones de interior y el mundo que les rodea, a través de las melodías y las canciones.

Beatrice Dillon / Workaround (PAN, 2020)

Beatrice Dillon: Workaround Album Review | Pitchfork

En estos 14 cortes magistrales se hallan virtuosos pentagramas de ritmos sincopados, algunos con clara influencia de la música de club, y otros atrapados en una abstracción que los arriman a las ascuas de la fourth world music, ese tipo de género musical que hace tiempo acuñó Jon Hassell bajo el mecenazgo de Brian Eno, y que pretendía bucear en la música africana desde una óptica occidental, combinando folklore y música electrónica. El disco se va desplazando por diferentes tempos impuestos por la autora. Por momentos parece una combinación de música electro combinada con las fracturas del drum & bass, y en otras las percusiones invaden los espacios auditivos dando una sensación de extraña calidez y cercanía. Luis Moner.

Extraliscio / Punk da Balera (Garrincha Dischi, 2020)

Una nueva entrega esta orquesta del futuro boloñesa - que sirve de refrendo sonoro al documental homónimo dirigido por Elisabetta Sgarbi - de la que ya teníamos varias pistas en formato de single, algunas de hace ya casi dos años, como la sacudida bailable de 'Scarpa Grigia', cantada por la veterana Roberta Cappelletti (quien también repite en la fabulosa 'Casseta Mia') y aquí remezclada con brío entre latino y balcánico por Shantel, el surf marciano con ribetes de polka de 'Onda de Mar' - puerta de entrada al universo del 'Punk da balera' - o el jolgorio orquestado de 'Merendine blu', dónde comparten viandas y viajes por el tiempo con la popularísima Orietta Berti y el cantante de Lo Stato SozialeLodo Guenzi. Un disco que es, ante todo, un festín, una celebración de la música popular en toda su extensión pero que además resulta adictivo y revitalizante por esa inclusión de teclados marcianos, guitarras distorsionadas o trompetas tratadas. Borja Coquillat.

Actress / Karma & Desire (Ninja Tune, 2020)

Karma & Desire / Actress / Release / Ninja Tune

Para quien esto suscribe este disco es un prodigio de invención y audacia. Un trabajo que compendia todo lo mejor del artista británico. Siempre con ese deseo de dar un paso más allá, en este trabajo ha querido experimentar con la voz, y en cómo ésta podía ser integrada en su narrativa, y a la vez dotar a la métrica de la canción una característica especial mediante la pulsión humana. Para llevar a buen puerto este experimento se hace acompañar por colaboradores que van creando espectrales y subyugantes espacios sonoros. Por momentos parece que se esté ante una instalación sonora porque las resonancias se pueden “ver”, y los ecos hauntológicos nos lleva a un pasado añorado. Luis Moner.

Michelle Gurevich / Ecstasy in the shadow of ecstasy (Michelle Gurevich, 2020)

Un álbum que cierra una imaginaria trilogía excepcional conformada por el apabullante 'New Decadence' (2016) y el sensual 'Exciting Times' (2018), ambos arrebatadores tratados de pop, construidos con mimbres de folk esquivo, vaporwave de seda y ambientes cinematográficos. Con sus nueva canciones, Gurevich rebaja en diferentes cortes del disco la patina electrónica sin perder de vista el gusto por el detalle ambiental - véase la crepuscular 'Temptation' - e incluye nuevos ingredientes a su receta, como en el caso de la rumba latina de 'Here´s the part' que mezcla sin rubor al Julio Iglesias otoñal con el yacht pop y los coros a lo Leonard Cohen. Aún así, persiste la proto electrónica alevosa, en hitos como 'For Old time´sake', con los que narra historias de deseo, pasión y amargura post-romance desde un prisma único. Una sensualidad que rehuye lo explícito aunque expone sin ambages pero con agradecida elegancia las victorias y las heridas que suelen esconderse en las sombras de las relaciones humanas. Borja Coquillat.

Jennifer Castle / Monarch Season (Paradise Of Bachelors, 2020)

Monarch Season | Jennifer Castle

Tras 'Angels of Death' (Idée Fixe, 2018), otro trabajo de alto recorrido, este año trae bajo el brazo el que para quien suscribe su mejor disco, en el que ella misma con su guitarra, armónica y piano se vale para tejer unas canciones frágiles en apariencia, pero con unos pilares robustos a prueba de seísmos.Esa sensación es aislamiento, de confundirse y estar en paz contigo misma y con lo que te rodea impregna un pentagrama hilado con precisión: ecos a Kath Bloon, Joni Mitchell o Carole King hablan por sí solos de que Jennifer es una artista maravillosa. Luis Moner.

Kiko Dinucci / Rastilho (Mais Um Discos, 2020)

Desde el bodegón putrefacto - que engaña a simple vista - de la portada, y con un trote que invita pensar en las cuerdas del violão como singular elemento percutivo, Kiko Dinucci construye un recorrido temporal sobre su propia relación con la guitarra que expone con la ayuda de diferentes colaboradores, entre los que se encuentran habituales como Juçara Marçal (con quien grabó en 2008 el excelso álbum 'Padê'), Ava Rocha o Rodrigo Ogi. A su vez, para la confección sonora del disco - áspera y dotada de varias capas de profundidad pese a la austeridad instrumental del conjunto - se inspiró en discos producidos en los 60 de Edu LoboGeraldo Valdré o Pedro Sorongo en los que los efectos y las reverberaciones enturbiaban con niebla psicodélica canciones de estructura sencilla. Todo ello hace que pequeñas locuras acústicas cómo 'Dadá', la deliciosa reinterpretación del carnaval 'Vida Mansa' de Cyro Monteiro, celestiales coros ancestrales cómo los de 'Foi batendo o Pé Na Terra' (que recuerda tanto al añorado Cartola) o la cadencia vanguardista de la juguetona 'Marquito' articulen un disco que elude nostalgias y rejuvenece con brío la vigencia de un instrumento eterno. Borja Coquillat.

White Poppy / Paradise Of Gardens (Not Not Fun Records, 2020)

Paradise Gardens | White Poppy

Lo que esconde en sus surcos este álbum de White Poppy es un precioso diseño de arquitectura efímera sustentada en robustos cimientos. Son tonadas que despiertan recuerdos agazapados en nuestra mente. Es música nebulosa, pero por la que se cuelan rayos de sol al despuntar la mañana. Resonancias a shoegaze entelado, bajos musculosos, y la una voz que se confunde entre las notas, pero acaricia y araña. Luis Moner.

Céu / APKÁ (Urban Jungle, 2020)

En el último disco de la brasileña, quizás tramado como un auto-homenaje encubierto tras tres lustros de trayectoria, el sonido que ha configurado con la ayuda del músico francés Hervé Salters (teclista que ha tocado con Femi Kuti y que suele operar bajo el nombre de General Elektriks) revela desde un prisma más macerado las diferentes influencias que han ido apareciendo en rodajas de su discografía anterior. En el corte que abre el disco 'Off (sad Siri)' canta junto al músico congoleño Leonardo Matumona en una suerte de balada de pulsión sintética sobre voces artificiales a las que poner en "estado Off". El resto del tracklist recorre un gozoso trayecto iluminado por el R&B de 'Coreto', el electro-pop excitante de 'Forçar o Verâo', la psicodelia de 'Corpocontinente' o el samba sintético de 'Pardo'. El conjunto es sazonado con canciones cómo 'Nada Irreal', con su estribillo para bailar a medio tiempo con un poso de melancolía Hay algo en nosotros que me hace sentir bien. Eso lleva lo malo al cielo también". Borja Coquillat.

Jeff Parker / Suite For Max Brown (International Anthem, 2020)

Espléndida la carrera en solitario de compositor y multiinstrumentista de Virginia Jeff Parker, el cual se ha convertido en una pieza fundamental en la efervescente escena jazz de Chicago. Conocido por sus andaduras en Tortoise e Isotope 127, el virtuoso guitarrista está jalonando una meritoria carrera junto su banda The New Breed. Este cancionero se acompaña por lo más granado de la escena jazz de vanguardia para coser unas canciones llenas de espiritualidad, compromiso, y aventureras siempre. La portada de su madre mirando, pizpireta, a la cámara rezuma elegancia. De eso está sobrado Jeff en este genial artefacto. Luis Moner.

Acid Coco / Mucho Gusto (El Palmas Music, 2020)

Un trabajo donde la versátil voz de Andrea Olarte, tan sudamericana en su esencia cómo europea en su afán cosmopolita, traduce en versos importantes (aquí se habla de la femineidad en mayúsculas cómo en 'Yo bailo sola' o de los sinsabores que se amortiguan bailando, escúchese 'Sin Salida'), enaltece el buen hacer a los mandos de su hermano Paulo, que trajina entre los latidos urbanos y la tradición con una naturalidad pasmosa. Una sólida mixtura que traduce ciertos códigos contemporáneos (más emocionales que políticos) con eclecticismo desde sus apuntes de cumbia, los requiebros cómicos de la champeta, la fantasía rítmica del bullerengue o el rap recitado con holgura (recordando en 'Siempre en mis sueños' a su compatriota Mabiland), mostrando sus cartas con el ritmo en primera plana pero escondiendo los ases con cierta melancolía reflexiva en su literatura. Canciones para bailar con media sonrisa en la cara, que, tiempo al tiempo, podrían convertirse en el reverso pop de Meridian Brothers o alcanzar la relevancia, casi sin parangón ahora mismo, de Lido Pimienta. Borja Coquillat.

Meridian Brothers / Cumbia Siglo XXI (Bongo Joe, 2020)

Cumbia Siglo Xxi: Meridian Brothers: Amazon.es: Música

Eblis Álvarez apela a una aproximación a lo popular desde un prisma exento de panegíricos cultistas y de clase. Lo popular siempre será la base de su credo musical y político, e incluso denominó a su combo como una asociación que practica “una música folclórica inexistente”, etiqueta que nace del anhelo de no adscribirse a ningún estilo popular en concreto, sino la curiosidad por ir aprendiendo desde diferentes perspectivas ya que él no se considera pertenecer a ningún gueto o cultura arraigada. Meridian Brothers tiene mucho de apropiacionismo teatralizado ya que su sistema de trabajo consiste en desnaturalizar el arraigo, y en eso se nutre la teatralización de los sonidos, el uso de la voz impostada, la producción, el uso de instrumentos tradicionales con una estética de anhelo futurista, etc. Una gozosa combinación de elementos que llega a cotas de maestría en este disco. Luis Moner.

Yves Jarvis / Sundry Rock Song Stock (Anti, 2020)

Atendiendo a que el primer corte de este nuevo acercamiento al folk pastoral, el soul introspectivo y la vanguardia menos plastificada tiene como título 'Epitome', parece quedar claro que la intención primaria de su autor era la de condensar en un disco de acabado más convencional - diez cortes, algo más de media hora - la amplía paleta que maneja tanto para hacer de la canción todo un mundo en sí mismo como fabricar miniaturas espirituosas del calibre de 'Time and Place' de su disco anterior. Sin ir más lejos, la niebla folk-soul con la que inicia el camino de este disco vira con total naturalidad hacia un mantra que entronca su sonido con los experimentos electrónicos orientalistas del primer Franco Battiato, una de las influencias reconocidas del músico canadiense. Un acercamiento a la polución sonora del italiano que vuelve a repicar en cortes como 'Ambrosía' y salpimenta con sutileza el guiso de canciones como 'Victim' y su aroma protopsicodélico a balada de la Costa Oeste, 'Semula' y su ambiente gospel o 'Nocht in your belt', 'For Props' e 'In Every Mountain' que se nutren tanto del folk-rock cubista que impera en Chicago (estoy pensando en Ryley Walker) y del rock progresivo como del jazz más sugerente con ecos a Miles Davis , Alice Coltrane o el Sun Ra menos galáctico. Borja Coquillat

Milky Wimpshake / Confessions Of An English Marxist (Bobo Integral Records, 2020)

Un disco que parte de un posicionamiento político muy claro y a sabiendas de que el modus operandi de la banda formada por Pete Dale (vocalista, guitarrista y compositor), Christine Rowe (al bajo) y Emma Wigham (batería) siempre ha sido marginal y artesanal: relajación compositiva (hasta declaran que una canción de este disco viene de la época en la que que David Cameron era primer ministro), mucha pieza suelta en Ep´s desperdigados, y apenas un puñado de discos en más de veinte años de trayectoria. Pero lo que trasluce en estas canciones es que, aún rebajando la fiereza del punk con gotas de indie pop genuino y humor picantón, el mensaje parte de un convencimiento labrado en el asociacionismo y llega al oyente fresco como una lechuga y bien alejado de los dogmas y los lemas. Para muestra la pizpireta 'I just can't escape from myself', situada en algún lugar entre Buzzcocks y Billy Bragg, el himno anti-hipster 'Fuck Art, Let's Danse' o los guiños a la cultura pop que surcan 'Chester Brown' (quizás pensando el autor de cómics canadiense) o 'You Make a Nice Piece of Art'. Borja Coquillat.

Better Person / Something To Lose (Arbutus, 2020)

Something to Lose | Better Person

El polaco Adam Byczkowski saca pecho con su primer trabajo largo para el sello más cool del planeta. En este fascinante tratado de late-night-pop encontramos bellas sinfonías de vertidas con arreglos de saxo ochentero, dardos de sophistipop que salen disparados hacia el centro de tu corazón, y así hasta embelesar con un disco que nunca pasará de moda, porque todas ellas están concentradas en sus surcos. Luis Moner.

Tatá Aeroplano / Delírios Líricos (Tatá Aeroplano, 2020)

El paulista deslumbra con un pop barroco, bañado en ocasiones en bossa, vestido en otras con el traje de un folk jazz melancólico, que poco tiene que envidiar a obras mayores, recientemente redescubiertas, de músicos del calibre de Jose Mauro, los Alceu Valença & Geraldo Azevedo del glorioso 'Quadrafónico'(1972) o el dandy paulista Hareton Salvanini. Con momentos álgidos como 'Deusa de 67', que suena como si Jacco Gardner tocara pop progresivo en las playas de Sao Paulo, con sus menciones a Truffaut o Bethânia y a aquella que va toda vestida de plata o 'Ressurreiçoes', recreación en clave de delicia sixties de una maravilla de Jorge Mautner con la que alcanza la bóveda celeste gracias al estribillo "solo el amor puede matar al miedo". Sin olvidarnos de los ecos a Erasmo Carlos que atesora la inmensa 'Trinta anos essa noite'. Un disco sobresaliente que aglutina lo mejor del pop del pasado con un aliento vitalista y aventurero totalmente contemporáneo - escuchen la serpenteante 'Réquiem para um sonho' - ideal, casi obligado, para hacer frente a este mundo tan extraño con la mejor de las energías. Borja Coquillat.

Mounika. / I Need Space (MaJu Records, 2020)

En estas canciones el piano tratado también sirve de contrapunto del latido beat imperante, acentuando el ambiente melancólico y reflexivo del disco, por la 'intro ( I m sorry)' (que parte de un homenaje a Chilly Gonzales) o el teclado filtrado de 'Deep Water', nana imposible facturada a través de arrumacos electro. Si hablamos de piezas destacadas, a la altura de la inesperadamente exitosa 'Cut my hairde su anterior disco, la reconstrucción de esa gema de soul tórrido de Yaw de título 'Where would you be', aquí bautizada como 'Feeling good', apunta a momento clave de un álbum repleto de pistas sugerentes. Un disco que apuesta por la continuidad de un género, el downtempo y la electrónica de envoltorio amable, que parecía haber dado todo de sí pero que sigue ofreciendo rodajas nutritivas a base de destreza, recursos imaginativos y una cultura musical envidiable. Borja Coquillat.

Afel Bocoum / Lindé (World Circuit Limited, 2020)

Bocoum alterna la brisa de la reflexión y la queja con la de la esperanza, en canciones largas y sinuosas como el río desde dónde nació el blues en 'Fari Njungu', que crece mecida por la guitarra y ensalzada por la respuesta de los coros al carisma vocal de su autor o en ese himno encubierto que es 'Avion', un festín de ritmos que introduce fraseos en francés. Un estilo, alejado de la circunspección con la que se manejan los griots y más propio de las músicas que funcionan a las mil maravillas en una ciudad con la algarabía nocturna de Bamako, cuyo circuito de clubs suponía la principal fuente de ingresos de Bocoum, hasta que la pandemia obligó al toque de queda. Una encrucijada que el autor de 'Sambu Kamba', quien manifiesta constantemente su deseo de dejar el ruido de capital y volver a su  Niafunké natal, ahora azotada por la violencia y la inseguridad, quiere lidiar con canciones que invocan a la paz y a la unidad de una ciudadanía - la maliense - partida en dos por la incertidumbre. Borja Coquillat.

Contento / Lo Bueno Está Aquí (El Palmas Music, 2020)

Un acercamiento lúdico y genuino a los sonidos bailables que sintetiza ese calor caribeño con los procesos domésticos que imperan en la producción musical en los países del norte de Europa, "somos nosotros quien definimos la ruta y la manera, creo que estamos haciendo las cosas igual que en cualquier otro lado, en un estudio casero como en cualquier lugar del globo". Aunque las texturas de canciones cómo 'Dale Melón', 'Paso Palante' o 'Enlulao', que alimentan los surcos de un disco altamente disfrutable, son más orgánicas que lo que el background de sus autores, a priori, podría indicar, a sabiendas de que han trabajado muchos de los sonidos del disco con máquinas de los años 80 o un Roland 1106. Borja Coquillat.

Umberto Palazzo / L´Eden dei lunatici (2093500 Records DK, 2020)

Un sonido que en su mayor parte acaricia de manera falsamente ingenua y que no esconde su afán retro (que quiere sonar como el funk latino que impregnaba el grueso de los discos editados en Italia a mediados de los 70) - como sucede con los arpegios bailables del single 'Il Moscone' - relacionando la labor compositiva de Umberto Palazzo con su trabajo como DJ de fuste en la noche italiana; pero que a su vez esconde, cual Erri de Luca en fase sonora, un entramado de textos que hablan con nostalgia del pasado infante junto al mar y las oportunidades que la vida quita y da a lo largo de los años. Cajas de ritmos tirando a anacrónicas, bajos eléctricos embriagados de groove y funk con aire trasnochado, melodías propias del yacht pop, guiños al "cuando calienta el sol" de Los Hermanos Rigual y una actitud a vuelta de todo que en canciones cómo 'L´Eden dei lunatici', con su melancolía de postal y puesta de sol o 'La Riviera', trazada con un ritmo casi atropellado, deja momentos para la gloria absolutamente inesperados. Borja Coquillat.

Natalie Slade / Control (Eglo Records, 2020)

Inmaculada puesta en escena de una cantante y compositora australiana que se aleja de la guitarra de palo para expresarse y abrazar las formas más sofisticadas del pop. Una maniobra que articula con la ayuda a los mandos de Simon Mavin de Hiatus Kaiyote (veterana banda de nu-soul de Melbourne), quien potencia los efectos de la versatilidad vocal de Slade (ora sensual otras veces imperativa) con apuntes sonoros atrevidos. De los ritmos tribales y los efectos vocales de 'Control', con Roisin Murphy en el horizonte, al sonido de alcoba escuela Maxwell de la íntima 'I Won´t cry' pasando por la cadencia downtempo de 'Gimme your love'. Jazz soul con una pizca de un nada anacrónico drum´n bass, ideal para clubes nocturnos suspendidos en el tiempo. Borja Coquillat.