La tormenta sonora que Cándida despliega en su nuevo disco ‘Ciclogénesis explosiva’ (Malatesta, 2020) arrastra elementos de blues, milonga, jazz, rock fronterizo en sus altas presiones y trazas de músicas del desierto, electrónica punzante y folk teñido de lamento en sus bajas. Todo un fenómeno atmosférico bañado en psicodelia y cruzado con una narrativa dura y concisa que no elude espinas como la trata de blancas, las circunstancias que rodean al trabajo duro o las amargas despedidas. Un trabajo exigente con el que la banda valenciana, comandada por Candi Imbernón y Juan Barcala, se reta a sí misma sin concesiones.
Con vuestro nuevo ‘Ciclogénesis Explosiva’ habéis dado un paso más allá tanto en el modus operandi de la banda (especialmente con la concepción de game-clips para presentar los singles del disco), como en el andamiaje sonoro del LP y que tiene como resultado una colección de canciones que se alejan de la sutileza impulsadas por una gran fuerza interna. ¿Renovarse o morir?
Puede decirse así. Para nosotros el late motiv del proceso de creación musical está en el movimiento, en la búsqueda, en probar cosas nuevas, en divertirnos. Nos seguimos dedicando a esto por la excitación que provocan los nuevos retos. Todo lo demás es repetición y, por tanto, muerte por aburrimiento.
Tomando como punto de partida el título del disco y picando entre algunos de los nombres de las canciones (‘Sirenas’, ’Calabobos’, ‘Ciclogénesis’) se intuye un subrayado en darle uniformidad conceptual al conjunto. ¿Tal y como escribió Borges “los mares urden oscuros canjes. Y el planeta es poroso”?
En realidad, cuando sacamos un disco, siempre tratamos de darle cierta uniformidad a todo, incluyendo las fotos de promo, la portada… Como tardamos tanto en grabar los discos y sacarlos, podemos permitirnos el lujo de no forzar las cosas, que sea algo que salga por sí solo a lo largo del proceso. De repente, cuando menos te lo esperas, un día dices “¡coño!” y entonces aparece. En este caso, tanto el contenido como la forma de la mayoría de las canciones remitía a algo furioso y devastador.

El disco tiene un marcado acento fronterizo, siguiendo la estela predominante en vuestro anterior trabajo ‘Galgos y Podencos’. De hecho, a veces suena tanto a Giant Sand como a un Piazzolla embravecido. ¿Narrar desde la frontera para intentar desdibujarla?
Se trata de dejar que toda la música que has escuchado en tu vida campe a sus anchas y aparezca cuando le venga en gana. Incluso la música que no te gusta. Y así, sin comerlo ni beberlo, de repente surge un sinte que parece sacado de una de Depeche Mode al lado de unas cuerdas que suenan a Piazzolla sobre una base rítmica a lo Tinariwen.
El disco inicia su trayecto con la apabullante ‘Sirenas’, cuya letra tienen un marcado carácter socio político que expone un tema tan puntiagudo e inexplicable en los tiempos que corren como la trata de blancas. ¿Mientras existan los uniformes armados y sotanas blindadas la historia está condenada a repetirse?
La historia estará condenada a repetirse siempre y cuando faltemos a nuestra responsabilidad como individuos en una sociedad permisiva, autocomplaciente e individualista que permanece inexplicablemente ajena a problemáticas como ésta.
En el ‘Canto de siega’ se produce una conexión entre la lírica primitiva castellana y los origenes del blues norteamericano. ¿Son esos puentes de ida y vuelta los que más os interesan?
Exacto. Pero son cosas que surgen casi por casualidad, ojeando un viejo libro de poesía para niños, por ejemplo, de repente te aparecen estos versos y notas algo que te llama, que algo se te mueve en las entrañas. Los cantos de siega podrían ser algo así como las primeras canciones pop en castellano, aquello que cantaban mujeres, hombres, niñas y niños cuando iban a trabajar a los campos hace 400 años. La conexión con el blues es total. En definitiva no dejamos de ser los mismos seres humanos enfrentándose a las mismas situaciones.



La propia ‘Calabobos’ aparece hacia el meridiano del disco para que los oídos reposen en mitad de la tormenta, pero al final del corte la cosa se pone intensa. ¿Lluvia estratégica?
‘Calabobos’ es algo así como un preludio, una introducción a ‘Ciclogénesis’. De hecho utiliza los mismos acordes. La idea era frenar un poco, sí, para después seguir. Pero al ralentí, con el motor en marcha.
¿En estos momentos nos encontramos en plena ‘Ciclogénesis’ o directamente se trata de un tornado sin rumbo fijo?
Habrá que estar bien atentos para ver hacia qué dirección nos van a llevar y si vamos a ser capaces de asirnos bien fuerte a nuestros principios. De lo contrario, saldremos volando.
El acento blues sigue presente en canciones como ‘Allí’ gracias al deje arrastrado y el sonido de la armónica, pero también hay ciertos apuntes de jazz guiados por el bajo eléctrico. ¿Es el disco instrumentalmente más versátil de vuestra discografía?
Bueno ‘Galgos o podencos’, nuestro anterior disco, también era muy versátil. Quizá éste sea en el que más lograda o mejor plasmada haya quedado esa versatilidad. De todos modos, a nosotros ‘Allí’ nos parece la canción más pop del lote. Lo que, quizá, sí haya en este disco, que no había en otros, es más psicodelia.
En ‘Gaucho mecánico dentista’ aparece la sensualidad de la milonga entre cuerdas y bases electrónicas. ¿Una forma de conectar con las raíces sin perder de vista lo presente?
Sí, son esos puentes de ida y vuelta a los que antes hacías referencia. Las necesidades, las pulsiones o como quieras llamarlas siguen siendo las mismas, es decir, la necesidad de contar, de comunicar, de transmitir a través de medios a través de instrumentos, da igual que éstos sean violonchelos o cajas de ritmos.
Tenéis bastante experiencia en eso de hacer vuestras canciones de puño y letras ajenos. En este caso, os enfrentáis a un clásico de Romildo Risso y Athaualpa Yupanqui como es ‘Los ejes de mi carreta’. Todo un himno para los que quieren llevar las riendas de su propia vida frente al ruido y los nubarrones, ¿no?
Es curioso porque se trata de la primera versión que hicimos en nuestro primer concierto allá por 2009. Desde entonces ha estado presente en casi todos los repertorios, pero nunca la habíamos grabado. Ya tocaba. La letra es magistral en su sencillez y su profundo significado. Aquí también hay muchos puentes en el tiempo y en el espacio…
‘Jarque’ suena a canción de despedida. Una despedida en la que no suenan campanas. ¿Una clausura que invoca a un ajuste de cuentas emocional?
En todos los discos hay algún que otro “homenaje”. ‘Jarque’ es uno de ellos, al igual que ‘Gaucho mecánico dentista’. En este caso se trata de un panegírico al fotógrafo valenciano Francesc Jarque, que fue buen amigo nuestro. Curiosamente él nos hizo las fotos de promo y del libreto de nuestro primer disco. Era un buen modo de clausurar el disco, quizá incluso de clausurar una etapa.
¿Creéis que la ciclogénesis que ha acarreado, a todos los niveles, la pandemia acabará pronto? ¿En qué manera os ha afectado?
Como a muchas otras personas, la pandemia ha provocado el retraso en la salida del disco, la suspensión de conciertos y la aparición de una angustiosa y persistente incertidumbre como único horizonte a medio plazo. Pero hay que seguir. No nos podemos permitir el lujo de detenernos, no sea que cuando la rueda vuelva a girar nos coja con el pie cambiado. Por el momento tenemos dos fechas para presentar el disco en directo: el sábado 5 de diciembre en La Escuela de Russafa y el sábado 12 de diciembre en La Bohemia de Castellón. Además estamos empezando a componer nuevas canciones que habrá que sacar más rápidamente de lo habitual. Y salimos a ver conciertos. Sí, amigas y amigos, hay que ir a ver conciertos. No vale aquello de “es que no son como antes, es que estás sentado y no puedes bailar…”. O vamos a ver conciertos o no habrá más conciertos. Así de simple.