Broke Lord: "La ficción pura, la invención envasada al vacío, no existe"

Broke Lord. Brumas y guitarras. Foto: Elvira Jardón

Semi oculto tras las sombras, 'I Am The Phantom Limb' (Madrugada Records/Orphan Records, 2019) es el tercer viaje del escritor, periodista y músico gallego Luis Boullosa, bajo el sello de Broke Lord, en su búsqueda entre brumas y redenciones de El Santo Grial de la canción. Un periplo lleno de aristas que parte de experiencias pasadas, ficciones reveladas y mitomanía sin velo para dar forma a un cancionero bañado en folk agreste, gotas de blues líquido y un rock narcótico que contempla en su horizonte las calles húmedas del Nueva York menos amable y la lírica al filo del mejor Leonard Cohen.

Portada de 'I Am The Phantom Limb'

Tu nuevo disco se iba a llamar inicialmente ‘Fake wind’. ¿Y ese cambio de planes?

Algún día habrá un disco que se llame 'Fake Wind', quizá el próximo. Me recordaba a 'Idiot Wind', de Dylan, y por tanto a 'Blood on The Tracks', un disco que por desgracia ha estado muy presente en mi vida en los últimos años, pero las dos canciones que tenía y que funcionaban como eje de esa idea no llegaron a grabarse, por lo que todo el concepto se desactivó. Cuando una idea vertebradora desaparece, las piezas se reordenan y, ellas solas, forman otra. Es como ver funcionar el fuego en la chimenea. Nunca tuve pretensiones de hacer algo conceptual, y sin embargo, mis tres discos han acabado siéndolo de alguna manera, casi como una trilogía de la pérdida. En todo caso, todo es conceptual. El primer disco de los Ramones no es menos conceptual que 'Songs for Drella'. El otro día leí a Jenny Hval decir esto mismo en una entrevista y pensé: “¡Por fin!”. Jenny Hval es la hostia.

Me gusta inventar títulos e ideas, listas de nombres de grupos que nunca se usarán, discos ficticios… y casi siempre mis discos tienen uno o más nombres provisionales mientras se van construyendo. 'Fake Wind', 'Drug Forest', 'Transmissions from MLT'. Es parte del proceso de creación: dale un nombre y te será más fácil creer que puedes terminarlo y llevarlo a cabo. Es parte de ese llevarme a mí mismo a empujones hacia el final. El burro y la zanahoria. No sé hacerlo de otra manera, por el momento.

No sé si conoces al músico irlandés (muy de culto, muy escondido) Aidan Bartley. Creo que las canciones de ‘I am the phantom limb’ podrían ser el negativo oscuro y peligroso de su belleza neo-romántica. ¿Es tu disco más británico?

No conozco a Bartley, lo buscaré. Si quieres que piense en territorios, veo a 'I Am the Phantom Limb' como un disco en parte oriental, en parte atlántico. Más variado que los anteriores, quizá, uno va probando.

Foto: Elvira Jardón

También hay mucho del malditismo seminal de Swell Maps, hay canciones que conjugan la adicción al peligro de Nikki Sudden y otras el lirismo encendido de Epic Soundtracks. ¿Es la bisagra con la que mejor se mueve tu sonido?

Me gustan Swell Maps y adoro a Nikki Sudden y en general a todo ese "yonquerío melodramático" de finales de los ochenta . Sin embargo no los veo en mi sonido; supongo que la influencia será subliminal así que es posible que tú lo estés viendo y yo no me entere. En cuanto a Epic, que creo que era el que más talento en bruto tenía de los dos hermanos, me gusta su aproximación modesta pero ambiciosa a los géneros. Puede que haya algo de él en mi aproximación, en ese sentido. 'Sleeping Star' es uno de mis discos favoritos de todos los tiempos. Lo compré hace un millón de años en Tony Martin, una tienda de Madrid que creo que ya no existe, y luego lo volví comprar porque se lo regalé a alguien. Y luego igual otra vez. Es un disco supremo en su aparente insignificancia. Es como un Van Morrison de bolsillo, por lo curativo y lo doliente. Pero mucho más sincero.

Se lo que son las maldiciones, pero el malditismo como vocación me parece algo forzado. Creo que Nikki Sudden creía que sería una estrella algún día, y probablemente parte de su magia apareciese durante el jodido proceso de entender que no iba a ser así y de aprender a seguir viviendo, pese a todo, como si el embrujo aún existiese. Es una esquizofrenia a la que los artistas se ven sometidos a menudo. Conocí y entrevisté a Nikki hace años, en 2002 o 2003. Me cayó bien. Mi primer artículo largo para Ruta 66 fue sobre The Jacobites, y lo escribí gracias a Jaime Gonzalo, que me dio la alternativa, por decirlo así, Dios le perdone.

Hay casas, hoteles, moteles, postales… ¿Las historias que cuentas necesitan de un contexto itinerante para encontrar su sentido final?

Las estaciones, los moteles en ninguna parte, las pensiones, los no lugares, las cartas, las postales. No hay nada en eso de manierismo. Han sido y son parte de mi vida, aunque cuando escribes sobre ello seas más o menos consciente de que trabajas también en pleno territorio simbólico del Rock & Roll, o del romanticismo. Lo cierto es que cada uno de esos elementos aludía a algo real en este disco. “I was standing at a station in the rain / when i finally Heard you’d made it throught the plains”.Esa línea me vino cuando lo que cuenta estaba sucediendo, fue casi simultánea al hecho. El motel de 'New Motels' existe. Está cerca de un pueblecito vasco, junto a un polígono, aunque en realidad es un hotel, no un motel. Un hotel moderno, impersonal. Por cierto, me crucé con Jon Spencer en el pasillo, mientras me iba de mañana. Me miró como pensando “¿este colgado quién es?”, lo cual tiene coña. 

Las canciones suelen contener algo tangible, aunque luego signifiquen muchas cosas distintas y no deban tomarse de modo solamente literal, sino de modo más amplio. Mi vida es sedentaria, pero agitada. No he viajado mucho según lo entendería una agencia de viajes, pero he estado en muchos sitios, eso seguro. Las últimas postales de O. existen también. Y el aparcamiento nocturno donde juegan los dioses menores. Y los clubs vacíos donde baila la chica de Abyssinia. 

Y el hotel Vermeer… bueno, ese es más metafórico, si se quiere, pero lo que pasa en él sucedió también de alguna manera que luego coaguló en símbolos. Todo en el arte es realidad cristalizada en un código que ya no alude sólo a ella misma. Nuestras vidas son muy ricas si sabemos contemplarlas y proyectarlas hacia el exterior. Luego, un tiempo después, uno mira a las canciones y de pronto las entiende, y es un momento bastante tenso, asusta un poco. Hace poco me puse mis tres discos seguidos y me quedé helado. Como radiografía de una época mía son bastante implacables. Pero eso es sólo para mí, porque lo que el público recibe es otra cosa, otra visión. Lo grande sería conseguir que esas historias fuesen más interesantes para quien no sabe de dónde vienen que para uno mismo. A nadie le interesa mi vida, sino lo que pueda comunicar a través de ella y de la música. En todo caso es erróneo tratar de ver biografía en donde lo que hay es transfiguración y transubstanciación. O simplemente canciones. Y en todo caso la ficción pura, la invención envasada al vacío, no existe, todos lo sabemos

En el meridiano del álbum hay espacio para el drone ambiental y la letanía - ‘Hand´s on the table’. ¿Una especie de liturgia para recomponer los pedazos rotos?

 “Hand’s on the table” es la mejor canción que he escrito, de lejos. Quizá seguida de cerca por 'Chapel Within', del primer disco, y por 'Nazgul Says', del segundo. Lo que pasó es que nadie sabía muy bien quéhacer con ella en el estudio, y al final derivamos hacia esa especie de flote a lo Yo La Tengo época 'Painful'. Es una canción sobre como cubrimos a los demás con una identidad que inventamos parcialmente nosotros mismos, y lo que sucede cuando finalmente esa identidad desaparece y nos encontramos con la verdad, o con el vacío. La escribí una mañana, del tirón, en mi casa, mientras estábamos unos días de descanso después del tour que hice con Ben Salter, un músico australiano muy recomendable. Fueron días de trabajo intenso, porque el trabajo intenso ayuda a sobrevivir, lo cual es una putada en todos los sentidos. En cuanto a los pedazos rotos… creo que la música que es curativa es la de los otros, no la propia. Los exorcismos de uno pueden curar a otra gente, y los de otra gente lo pueden curar a uno. Digan lo que digan, creo que la medicina viene del exterior, aunque la actitud y la voluntad vengan de dentro. A mí mis canciones no me ayudan en absoluto, las hago como quien se arranca un cuerpo extraño, son amputación preventiva, si se quiere, pero como terapia no me valen. Espero que a otros sí. A mí me viene bien escuchar cosas que tienen otra voz, porque eso es compañía, al menos.

Foto: Elvira Jardón

El diseño del disco elude la imaginería casi esotérica de tus anteriores trabajos para presentarte de forma más natural aunque sin dejar de lado cierto misterio. ¿Te sientes más próximo a tus propias canciones que antes?

Nunca he tenido muy claro qué significa “esotérico”, aunque entiendo por donde vas… Esotético: “Dicho de una cosa: Que es impenetrable o de difícil acceso para la mente. Dicho de una doctrina: Que se transmite oralmente a los iniciados”. Según la primera parte de esa definición, espero no serlo. Según la segunda, toda música lo es. Creo que en mi estética lo que hay es un elemento despojado, minimal, y otro de humor negro. En este disco todas las fotos son de Elvira Jardón, una fotógrafa excelente, pero el concepto sigue siendo mío. En cuanto a esa naturalidad… yo siempre me he sentido próximo a mis canciones. Más que próximo: esas cosas eran yo, directamente. Más cercano que eso a uno mismo no hay nada. Quizá ahora canto más relajado, y quizá digo un poco más “yo” en las letras, pero ese “yo” puede ser cualquiera (incluso yo). También hay que darle su parte de crédito a unos músicos que me acompañan que son la hostia y que ya saben bastante bien de que pie cojeo (Marco SerratoMacky Chuca, Antonio J. MorenoAsier Maiah y Juangui Acosta), y a Raúl Pérez, de los estudios la Mina, que me parece un genio. 

Creo que el arte es un juego que inventamos para no morir aniquilados al entender las verdades de la vida. En cierto modo nos cura de la realidad permitiéndonos mutarla sobre la marcha. Es una magia verdadera. Y es como las olas muy grandes: Hay que ir hacia ellas, si intentas escapar estás muerto. En ese sentido el arte es un refugio, pero también un enfrentamiento. Sólo hay cobertura si te desnudas. Es una paradoja bonita. Hay muchas canciones de otra gente que me han ayudado a vivir. Eso es un hecho.

Ídolos como Nick Cave tienden en sus últimas obras a una suerte de sutileza incómoda. En tu caso, en cambio, hay más furia y guitarra que antes. A pesar de los modelos, los caminos que sigue el instinto artístico son inexcrutables ¿No?

Yo he admirado a mucha gente, pero nunca he tenido modelos estrictos. Mis modelo es el Grant Hart que cantaba “Haz lo que quieras, sé quien quieras y no me prestes atención”. Creo que es lícito robar las formas de otros, y creo que es importante aprender la artesanía de las canciones, pero creo que es más importante aún aprender del espíritu de esa gente que hace maravillas, porque ahí reside, precisamente, la maravilla. Y el espíritu no se copia, y no crece sin un ejercicio permanente de autocrítica y de liberación personal.

Lo de las guitarras fue un accidente afortunado. Llamamos a Juangui Acosta para que colaborase haciendo algunas bases y terminó tocando guitarras, con lo cual de pronto tuvimos dos guitarristas, excelentes ambos, y el sonido se hizo más complejo por ese lado. Además, yo vengo de la punkarrada, y una guitarra que achicharre un poco siempre me gusta, aunque yo apenas sepa tocarla. Si te fijas, en el disco anterior también había algún tema pseudo punk, como 'Everybody’s Weak', que me sigue pareciendo un hit. Creo que cuando escribí aquella canción estaba escuchando mucho el 'Zombie Birdhouse', un disco supuestamente menor de Iggy que me encanta. El otro día lo reeditaron, por cierto, y mi querido Jaime Gonzalo lo puso a caldo en el Rockdelux. Esos son los discos que yo querría hacer, ¿ves? Esos discos de caballería ligera que tienen más recorrido del que parece y que son algo marginales, como si estuviesen cantados por Rimbaud desde Abyssinia. Pero un Rimbaud que hubiese podido ser feliz allí. Discos de costa. Discos de playa extraña. Me gustan. ¿Qué discos podríamos poner en esa categoría? No sé. Siempre he querido hacer un disco de Calipso y llamarle 'Caipirinha Heights'. Un día de estos…

¿En tus sueños de futuro tenía cabida la posibilidad de grabar este tercer disco a pesar de que los réditos siempre suelen ser esquivos? ¿Poder seguir haciendo canciones y darles un sentido es ya todo un logro?

Bueno, hacer canciones es el logro que es. Tampoco es nada del otro puto mundo, aunque es verdad que hay mucha gente que no sabe hacerlas. Yo mismo no sabía hacerlas hasta hace poco. Vas aprendiendo a contar historias. No tenía “sueños” de futuro cuando empecé esto. En arranque era un pasatiempo bonito que, de modo extraño, se ha ido convirtiendo en un elemento central. Seguiré mientras pueda, porque me aporta mucha vida. No quiero sonar cursi, pero es la realidad. Por el momento en Marzo de 2020 grabaremos el siguiente disco y si alguien pone dinero igual hasta lo saco. No me gusta el concepto “sueños”. Prefiero hablar de cosas que se pueden hacer si uno se pone y cosas que no. Por gustarme, a mí me hubiese gustado tener una banda atómica, vender millones de discos, girar por el mundo y acabar en Tailandia bebiendo Singa Beer y fumando opio con Shane MacGowan. Pero hay tantas cosas que he deseado y no tengo que tampoco es como para preocuparse. Se vive igual sin ellas.

¿Cuáles serán las próximas misiones del miembro fantasma? ¿Es un superhéroe de las cloacas?

(Ríe) Superhéroes de barrio. Entrenando en los sótanos. La próxima misión es dar tres o cuatro bolos con unos amigos que se han animado a acompañarme en formato reducido y hacerlo sin olvidarme de las putas letras. Luego, la grabación que te comentaba. Inventemos un nombre para ese disco futuro: 'Zombie Courthouse', por ejemplo. También me gustaría aprender a enrollarme menos en las entrevistas. Y que me llevasen a la playa. Por favor.