Tres años después de su primer trabajo en solitario, el sucinto EP 'The good man' (Luscina Discos, 2016), con el que recibió halagos aquí y allá y comparaciones nada gratuitas con artistas cómo Beth Gibbons o Lisa Gerrard, Ana Béjar (ex- Usura y Orlando) regresa con 'Everything I Say' (Madrugada Records, 2019). Un disco en el que conduce a los misteriosos y pantanosos terrenos del folk envenenado y el rock con aristas, cuatro canciones de músicos y bandas con orígenes y propósitos bien dispares: Nick Cave ('The ship song'), Beachwood Sparks ('Ponce de Leon blues'), Donna Summer ('I feel love') y Vic Chesnutt ('Everything I say'), esculpiendo un ejercicio de apropiación nada indebida que aúna sugestión y atrevimiento.
¿Por qué un EP de versiones?
Releer lo leído, reoír lo ya oído, contarte a ti misma lo que ya te has contado pero de otro modo. Quizá mi deseo de pulverizar experiencias pasadas, quemar etapas anteriores. Destrozar estas canciones y reconstruirlas tiene mucho que ver con ese estado de ánimo. En este caso, muy fortuitamente, llegan a mis manos varios temas ajenos para hacer eso que me gusta tanto, derribar estructuras fijas, sobrepasar estilos, hacer que el primer hit electrónico de las pistas de baile de Summer y Moroder comparta arreglos con un tema polvoriento de alt-country.
El repertorio seleccionado suena muy homogéneo pese a la disparidad de los autores de las canciones: desde la marcada ‘countryficación’ de Vic Chesnutt y Beachwood Sparks, el ambient folk de Nick Cave o el sonido disco de Donna Summer. ¿Qué factores influyeron en su elección?
Desde México me pidieron ‘The ship song'; 'Ponce de Leon blues' es un regalo sentimental; la idea de ‘Everything I say' me llegó de manos de un sello catalán y 'I feel love' es un “autoplacer”. Recuerdo cuando era pequeña y grababa mis cassettes de la radio para luego inventarme coreografías que luego enseñaba a mis amigas en el colegio. Entre los grandes éxitos que oían mis padres estaban Donna Summer, Jesucristo Superstar, Earth Wind an Fire…

Es un EP muy climático, especialmente por cómo suenan ‘The ship song’ - parece un score de thriller pantanoso - o ‘I feel love’, donde persiste una suerte de lujuria casi cyberpunk y psicodélica frente a la seda del original. ¿Lo más excitante a la hora de hacer este EP ha sido retorcer las canciones para ver hasta dónde podían llegar?
Es mi primer disco producido que produzco íntegramente, donde además grabo casi todas las pistas de instrumentos. Ha sido un trabajo muy artesanal y muy solitario, donde he tenido la oportunidad de ver hasta dónde llego sola. En particular, el tema de Donna Summer no fue nada fácil, incluso estuve tentada de abandonar, pero ocurrió algo muy anecdótico: estaba en un café comentando con alguien sobre lo difícil de hacer el tema “mío” y sobre si debía tirar la toalla, cuando comenzó a sonar por los altavoces del bar 'I feel love' a todo trapo. La divina providencia me estaba contestando...
‘The ship song’ es una canción sobre una relación amorosa casi obsesiva, imposible. Quizás la frase clave es “Debo quitarte las alas, pero tú debes intentar volar.”… ¿Qué es lo que te atrajo de ella?
Mi frase favorita de esa canción es “Come loose your dogs upon me”, (“suelta los perros sobre mí”), dame todo lo que tienes, lo bueno y lo malo, te quiero como eres. Una clásica balada romántica, llena de claroscuros en la que he intentado embellecer y acentuar los efectos para darle mayor expresividad: cascadas de voces muy diluidas, arreglos de piano a lo lejos, mi voz todo lo más arrastrada y pantanosa que sé, una mandolina que da un poco de luz… Una pieza llena de rincones oscuros como el que mencionas en la línea “debo quitarte las alas”, donde se concentra lo destructiva que puede ser una relación sentimental tóxica y de la que debemos huir rápido. (ríe)
Dicen algunos historiadores que Ponce de León viajó a Florida en busca de la fuente de la eterna juventud. Menuda historia, ¿no? ¿Crees que con tanto flujo de información (muchas veces superflua) nos estamos quedando sin leyendas?
Puede ser que nos estemos quedando sin historias evocadoras, de las que crecen con el paso del tiempo, pobladas de imágenes arquetípicas y que, aunque no seamos muy conscientes de ello, conforman nuestro mundo. Es por eso que los artistas son muy necesarios en estos tiempos. La vida es muy dura sin música, literatura o cualquier otra expresión artística de cualquiera de nosotros, la de todos, pues no olvidemos que todos somos artistas. Esas leyendas fantásticas explicaban el origen de un río o el matrimonio del cielo y la tierra de una forma mágica que estimulaba nuestro centro creador; sigamos inventando historias, con cada cuento que inventemos nos conoceremos mejor.
Actualmente, con las redes sociales y la forma que tenemos de gestionar nuestra vida a través de las máquinas, vivimos mentalmente en las antípodas de ese estado creativo. Además, se está instaurando un negacionismo peligroso y destructivo donde hechos ampliamente contrastados son negados impunemente por la clase política o las grandes corporaciones. Antes, lo inexplicable generaba una historia llena de resonancias poéticas, ahora lo explicable genera una revisión de historia interesada. ¿Contaminación, qué contaminación? ¿Campos de exterminio, dónde? Leyendas urbanas, leyendas negras, leyendas actuales…


‘I feel love’ se adelantó estilísticamente a su tiempo y fue rápidamente adoptada como un himno para la comunidad gay de la época. ¿Crees que en nuestros tiempos una canción como ésta podría alcanzar un calado similar o los usos y costumbres contemporáneos en cuánto a consumo musical hacen prácticamente imposible que esto pueda repetirse?
Al escuchar tanta música es más difícil que un consumidor de streaming se identifique con alguna canción en concreto. Creo que los himnos se generaban cuando la atención se ponía en menos oferta, como le ocurría al radioyente de los charts tipo 40 principales en los ochenta.
“I feel love” cambió la música disco, una canción que fue adoptada rápidamente por un colectivo precisamente por lo novedoso de la entrega. Fue la primera vez que se publicaba una canción con sólo electrónica excepto la voz. Sonidos alienígenas con elegancia orgásmica, lo nunca oído hasta entonces.
’Everything I say’ tiene la impronta cruda y arenosa de un Vic Chesnutt quizás consciente de sus últimos años en vida. Aún así tiene un halo mágico imperecedero.
Se siente soledad, desgarro y aislamiento. También todo el nervio a flor de piel, con el fantasma a nuestras espaldas que nos recuerda que probablemente sea lo último que hagamos.
¿Cómo ha sido el hecho de grabar casi todos los instrumentos? A pesar de ello las colaboraciones puntuales son claves para alcanzar ese clima tan misterioso del disco. ¿No?
Grabar estos temas a mi modo y hacer la producción ha sido lo interesante de tomar estas canciones prestadas. En cuanto a las intervenciones de mis colegas, con José Ojeda, por ejemplo, compartimos esa especie de paisaje onírico lynchiano que me encanta; Isasa consigue con su línea de lap steel llegar al punto más emocionante del tema de Chesnutt y escuchar el violín de García Bonacho en "Ponce de Leon blues" te lleva a un porche sureño y saborear nostálgicamente un té frío, que hace mucho calor… De lujo.