Abrazando sin rubor el pop retro y dedicándole arrumacos a lo kitsch en un pastiche inesperado en estos tiempos de circunspección y basando su fórmula en la disolución del pop más ligero con la música clásica, llegan desde Italia Alberto Bazzoli y Gianni D´Amato para ofrecernos, en formato corto y apenas cuatro canciones, el EP Superpop (Interstellar Production, 2020). Un artefacto con el que inaugura colaboración artística este duo construido a partir del trabajo compositivo y arreglístico de D´Amato y la versatilidad a los teclados de Bazzoli, quien ya dejó su impronta en el espléndido 'L´Organo' (registrado en directo en la peculiarísima sala de grabación de la discográfica de Bolonia L´Amor Mio Non Muore) y que además deja apuntes de su capacidad para interpretar a crooners de naturaleza pérfida. Un combo que, a su vez, redecora su retromanía con unos coros femeninos que parecen emular aquella asociación imbatible entre el Morricone más pop y su musa Edda Dell'Orso.

Porque 'Superpop' es ante todo un homenaje, desprejuiciado y sin pretensiones, al sonido característico de las bandas sonoras del cine italiano de finales de los años 60 y principios/mediados de los 70. Aquel que inyectaba suntuosos arreglos orquestales a melodías imposibles o que casaba el cool jazz con el samba mientras miraba de reojo al pop anglosajón más barroco. En 'Superpop' prima la colisión de elementos, quizás chocantes en nuestra contemporaneidad, pero que en aquella época nutrían surcos de discos producidos a mansalva con total naturalidad.
Casan al Bach del 'Aria sobre la Cuarta Cuerda' con el beat pop, manosean el 'Himno de la Alegría' con total impunidad en la intro del disco o espolvorean azúcar a partir del 'I Can´t Help Falling in Love' de Elvis Presley para una 'Love Me' que parece sacada de una película de la franquicia de Emmanuelle. Una sucesión de hitos que culminan con el sonido disco de 'Monaco', sintonía ideal para hoteles enmoquetados y alcobas nada nupciales, o 'A.B', ese número neoclásico que crece reflejado en el espejo del Gabriel Yared más contenido para cerrar, con súbita melancolía, un disco que demanda desde ya una larga continuación.