El cálido y acogedor paisaje sonoro que teje este sobrino de Ali Farka Touré desde su Malí natal tiene en 'Lindé' (World Circuit Limited, 2020) una nueva e inesperada parada. El que fuera miembro destacado de la banda del difunto maestro maliense - aquí apelando más a la meritocracia que al enchufismo familiar - regresa en solitario tras casi diez años en silencio con el que supone el cuarto álbum de su trayectoria. Un trabajo que captura un momento, el actual, en el que este virtuoso de la guitarra del desierto tiene su base de operaciones en Bamako y con el que pretende reconectar con el resto de un planeta que ha pasado de estar hiperconectado gracias a la tecnología y la globalización a sentirse frágil y resquebrajado por la pandemia.

Originario de Niafunké (al norte del país), Bocoum reflexiona desde el fragor de una capital masificada sobre los acontecimientos que han llevado a su país a un Golpe de Estado que acabó con el gobierno de Ibrahim Boubacar Keïta y que tiene a sus ciudadanos sumidos en una situación de crisis, inseguridad e incertidumbre que parece perpetuarse, con la cada vez más enraizada presencia del terrorismo en gran parte del extrarradio rural y la indiferencia altiva de la comunidad internacional.
Una situación sobre la que Afel Bocoum pone el acento en sus canciones con el blues del desierto como pilar y especias de músicas globales en su andamiaje. En 'Lindé' no hay un arrojo experimental con el que llevar el lenguaje de la música popular a otro nivel (recordemos que fue el protagonista de un disco a pachas con el inquieto Damon Albarn). Aquí persiste el respeto por la tradición, ensamblada con el presente por el uso de instrumentos tradicionales que evocan a los grandes maestros pero que intentan conseguir una vibración positiva y radiante pese al contexto. Circulando más allá de la melancolía que reside en canciones como la inicial 'Penda djiga', que nace marcada por la vibración de la kora, los melismas de Bocoum y la percusión suave y acogedora, ya que gran parte del resto como las destacadas 'Bombolo Liilo' - con una sección rítmica cercana al reggae - o la serpenteante 'Dakamana', agitan las caderas embriagadas de vientos afrocubanos.
Bocoum alterna la brisa de la reflexión y la queja con la de la esperanza, en canciones largas y sinuosas como el río desde dónde nació el blues en 'Fari Njungu', que crece mecida por la guitarra y ensalzada por la respuesta de los coros al carisma vocal de su autor o en ese himno encubierto que es 'Avion', un festín de ritmos que introduce fraseos en francés. Un estilo, alejado de la circunspección con la que se manejan los griots y más propio de las músicas que funcionan a las mil maravillas en una ciudad con la algarabía nocturna de Bamako, cuyo circuito de clubs suponía la principal fuente de ingresos de Bocoum, hasta que la pandemia obligó al toque de queda.
Una encrucijada que el autor de 'Sambu Kamba', quien manifiesta constantemente su deseo de dejar el ruido de capital y volver a su entorno natural ahora azotado por la violencia y la inseguridad, quiere lidiar con canciones que invocan a la paz y a la unidad de una ciudadanía - la maliense - partida en dos por la incertidumbre.